Lascivo, puritano, superficial, profundo, guasón, solemne, tierno o implacable; Catulo (ca. 84-ca. 54 a.C.) es todo eso y más, y es por ello que su poesía, que toca todos los recovecos del alma humana, nos resulta tan cercana. Además de la maestría formal, sorprende en el poeta latino su honestidad visceral que refleja las aventuras de nuestro propio deseo. Estas poesías, en la versión revisada y actualizada de Antonio Ramírez de Verger, son, en fin, un tobogán para descender con placer y sin prejuicios al origen de nuestras alegrías, frustraciones y obsesiones amatorias. Como reza el título de uno de sus poemas: "Preparaos para algo fuerte".
Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-17 d. C.) es uno de los poetas capitales de la literatura latina. Nacido en Sulmona, demostró desde siempre una extraordinaria facilidad para versificar, lo cual le llevó a ser muy prolífico y cultivar con exito diversos generos. Fue poeta de moda entre sus contemporáneos, hasta que una repentina decisión del emperador Augusto lo condenó a vivir desterrado en Tomos, una ciudad en los confines del imperio, a orillas de Ponto Euxino (el actual mar Negro).
La traumática experiencia del exilio pasó a ser el tema central de su poesía. Pónticas representa una de las obras cumbre de la literatura universal sobre el destierro.
Samurái primero, ronin después, y por último estudioso y monje itinerante, Matsuo Basho (1644-1694) es considerado no sólo el maestro máximo del haiku de Japón, sino también el mejor poeta de su historia. Por sendas de montaña es una selección que proporciona una muestra inmejorable de su maestría en este género sutil y evocador que, en sus manos, y gracias a sus dotes de observación y su sensibilidad hacia todas las manifestaciones de la naturaleza, trascendió a una dimensión poética superior.
«Los Fusileros siempre éramos los primeros en desembarcar, porque, de hecho, siempre formábamos la vanguardia al avanzar y la retaguardia en las retiradas. Como los antiguos nativos de Kent, exigíamos por derecho el puesto de honor en el campo de batalla. [...] Ni el calor del ardiente sol, ni las largas millas, ni las pesadas mochilas, pudieron domeñar nuestro ardor.
[...] Era una visión gloriosa la de nuestras banderas desplegadas al viento en aquellos campos. Los soldados parecían invencibles: nada, pensaba yo, hubiese podido derrotarlos. Con decir que, nada más que en los Fusileros, contábamos con algunos de los hombres más duros que hubiesen luchado nunca bajo el sol ardiente en tierra enemiga. Pero viví para ver cómo las penalidades y la fatiga acababan con cientos de ellos antes de que hubiesen pasado unas pocas semanas.
[...] En la retirada de Salamanca recuerdo haber visto caer a muchos hombres. Entonces se trataba ya prácticamente de un "sálvese quien pueda". Aquellos cuyas fuerzas empezaban a fallarles no miraban ni a izquierda ni a derecha, sino que, con los ojos vidriosos, seguían adelante, tambaleándose, como buenamente podían.
[...] Tras la desastrosa retirada a La Coruña, los Fusileros habíamos quedado reducidos a una sombra enfermiza, si se me permite el término. Mi compañía, de cerca de un centenar de hombres, no contaba ya sino tres.»
Fernando de Herrera fue de los primeros escritores españoles en celebrar formalmente la batalla de Lepanto. La inmediatez y el impacto público del acontecimiento, así como la ausencia de textos castellanos que lo hubieran abordado con desempeño suficiente, fueron las causas que el poeta esgrimió para justificar la escritura de la obra. Herrera intervino aquí y allá a lo largo del libro para dar cuenta de su quehacer como historiador, pero también hizo las veces de hombre de letras, de modo que esta obra se convirtió en referencia oficial para la monarquía hispánica. Los autores que en los años sucesivos se ocuparon de la batalla acudieron reiteradamente al discurso construido por Herrera, ya fuera como fuente de información o como modelo literario.
Stepan, un joven aristócrata minado por la tisis, decide dar sentido a sus últimos años de vida sirviendo a sus ideales subversivos. Con este objetivo, se infiltra como lacayo en casa de Orlov, un funcionario del regimen zarista, hijo del jefe de policía. Orlov es un hombre inteligente y cultivado, pero sin ningún tipo de moral. Su vida consiste en cumplir con un trabajo burocrático y absurdo, y jugar a cartas con sus amigos, tan superficiales e inútiles como el. Y de noche, tramar encuentros furtivos con la bella Zinaída, esposa de otro funcionario, una joven que sueña con vivir una gran historia de amor…