En La Habana en un espejo Alma Guillermoprieto reconstruye una de las épocas más difíciles de su vida; formada en las mejores escuelas de baile de Nueva York, a los veinte años viaja a La Habana para impartir clases en la Escuela Nacional de Danza. La confrontación con el régimen castrista y el idealismo del pueblo cubano sacuden la conciencia política de la narradora, todo ello en una época en la que la revolución parecía ser la única solución a muchos problemas.
La Habana en un espejo es la historia de la reivindicación de esta artista y una reflexión acerca de un régimen, y el resultado es un relato cargado de pasión y de ira en el que la autora consigue desmenuzar sus recuerdos con un pulso ágil y minucioso.
Para ser una esclava en el Saint-Domingue de finales del siglo XVUI, Zarité había tenido buena estrella: a los nueve años fue vendida » Toulouse Valmorain, un rico terrateniente, pero no conoció ni e agotamiento de las plantaciones de caña ni la asfixia y el sufrimiento de los trapiches, por- ^ que siempre fue una esclava doméstica. Su bondad natural, fortaleza de espíritu y honradez le permitieron compartir los secretos y la espiritualidad que ayudaban a y^:^- . sobrevivir a los suyos, los esclavos, y conocer las miserias de los amos, los blancos.
Zarité se convirtió en el centro de un microcosmos que era un reflejo del mundo de la colonia: el amo Valmorain, su frágil esposa española y su sensible hijo Maurice; el sabio Parmentier; el militar Reíais y la cortesana mulata Violette; Tante Rose, la curandera; Gambo, el apuesto esclavo rebelde... y otros personajes de una cruel conflagración que acabaría arrasando su tierra y lanzándolos lejos de ella.
Al ser llevada por su amo a Nueva Orleans, Zarité inició una nueva etapa en la que alcanzaría su mayor aspiración: la libertad. Más allá del dolor y del amor, de la sumisión y la indepen-dencia»de sus deseos y los que le habían impuesto a lo largo de su vida, Zarité podía contemplar su existencia con serenidad y concluir que había tenido buena estrella.
La isla del tesoro es sinónimo de emoción y libertad. Robert Louis Stevenson apenas rebasaba la treintena cuando la publicó en 1881, y no podía imaginar que su creación se iba a convertir en un éxito que marcaría para siempre las vidas de varias generaciones de lectores, ni que Jim Hawkins y John Silver el Largo se convertirían en unos personajes tan míticos como los célebres piratas Barbanegra o William Kidd. Esta obra nos transporta a una infancia feliz y evoca todo lo que se espera de una novela de aventuras: tesoros escondidos, motines, tabernas, canciones, y olor a mar, pólvora y ron.
Ámsterdam, 1940. Hannie es una estudiante de diecinueve años y, a pesar de que vive en los Países Bajos ocupados, tiene grandes ambiciones de futuro. No obstante, no tarda en descubrir que, mientras el fascismo se extiende por su país, sus seres queridos ya no están a salvo. Movida por el amor y la indignación, se une a la Resistencia y descubre en su interior una ferocidad que la empuja a usar todas sus armas, incluida su sensualidad, para ejecutar a sus enemigos. Y aunque su humanidad se resiente, Hannie encuentra entre los rebeldes una nueva familia y un romance inesperado.
Conforme se adentra en un mundo de conspiraciones, engaños y asesinatos, los rumores corren como la pólvora entre enemigos y aliados. Todos saben de su existencia, pero desconocen su nombre: para ellos es «la joven del pelo rojo». Una rival digna ante cualquier nazi. Una auténtica amenaza. Y un objetivo a abatir.
Érase una vez un pueblo donde las noches eran largas y la muerte contaba su propia historia.
En el pueblo vivía una niña que quería leer, un hombre que tocaba el acordeón y un joven judío que escribía cuentos hermosos para escapar del horror de la guerra.
Al cabo de un tiempo, la niña se convirtió en una ladrona que robaba libros y regalaba palabras.
Con estas palabras se escribió una historia hermosa y cruel que ahora ya es una novela inolvidable.