Una novela que nos habla del amor en el siglo XXI y, sobre todo, del amor propio, el crecimiento personal y la lucha contra los estándares sociales.
Karma (Laura) es una mujer que roza los treinta. Trabaja de teleoperadora en unos grandes almacenes y comparte piso con su amigo Roberto. Son una dupla galáctica y funcionan mejor que cualquier matrimonio convencional.
La vida de Karma da un vuelco de ciento ochenta grados cuando conoce a Leo, su match de Tinder. Leo acaba con todos sus miedos y hace que se sienta como una diosa en la cama y fuera de ella.
Sin embargo, ella convive con los monstruos de su pasado, con la carga de pesar más de lo que la sociedad acepta como normativo, con la necesidad de volver a terapia y con la creencia de tener una autoestima que en realidad no es tan férrea como ella piensa.
Karma somos un poco todas, Karma se construye de todas las mujeres que me inspiran, Karma soy yo.
Marzo de 1963. A sus dieciocho años, el jienense José Sáez entrena en una escuela de toreros con el ánimo de convertirse en matador. Un buen día descubre que su cara, aun siendo la misma de siempre, es la de otro hombre, Manuel Benítez El Cordobés, el diestro más célebre de todos los tiempos. Sin embargo, en esta historia de espejos y espejismos no hay corridas ni toros: en tono de comedia agridulce, Yo soy El Otro habla del éxito y del fracaso, del esfuerzo y de la suerte, de la identidad y de la locura, de la auténtica fortuna y del verdadero talento.
¿Quién está realmente seguro de no ser imaginario?
Un hombre no sabe si es real o parte de un relato; otro accede a un estado desconocido y placentero tras una sedación; alguien acaba traspasando la frontera entre realidad y ficción después de convertirse en personaje de un relato escrito por Andrés Choz; dos gemelas viven intercambiando sus identidades hasta las últimas consecuencias; un escritor se enfrenta solo a la última noche en la que un hotel está abierto...
José María Merino, uno de los grandes maestros del género del relato en España, construye en este libro un artefacto literario genial, al modo de las muñecas rusas, en el que las ficciones encierran ficciones que además hablan unas con otras y comparten personajes o situaciones. Combinando el humor, la sorpresa y la inquietud ante lo desconocido, todos ellos giran en torno a temas tan sugerentes como la identidad, el doble, la frontera entre la vigilia y el sueño, las realidades paralelas o la inteligencia artificial.
La familia, la infancia, los años de formación durante el fascismo en Italia, los amigos de adolescencia, las lecturas, la timidez, la pasión por la montaña. Luego la guerra, el regreso a casa y una vida dedicada a su oficio de químico. Tras casi treinta años enterrada, sale a la luz esta emocionante conversación que Primo Levi sostuvo con Giovanni Tesio en 1987, con el objetivo de realizar, con su resultado, una biografía autorizada.
Las preguntas de Tesio, a las que Levi responde con una disponibilidad prudente, pero en ocasiones también muy explícita, dejan transpirar su ser más íntimo. Y nos regalan un diálogo intenso que corre sobre el filo de la memoria, cargado de vida y de historia; un diálogo que se interrumpe justo antes de llegar a la deportación a Auschwitz, por la muerte de Levi en abril de ese mismo año.
Publicada por primera vez en 1950, cuando la electrónica digital estaba en su infancia, Yo, robot resultó visionaria. Su influencia, de hecho, fue enorme, y no sólo en toda la ciencia ficción posterior, sino también en la propia ciencia de la robótica. Aquí formuló Asimov por primera vez las tres leyes fundamentales de la robótica, de las que se valdría para plantear interrogantes que se adentran en el campo de la ética y de la psicología: ¿qué diferencia hay entre un robot inteligente y un ser humano?, ¿puede el creador de un robot predecir su comportamiento?, y ¿debe la lógica determinar lo que es mejor para la humanidad? A través de una serie de historias conectadas entre sí por el personaje de la robopsicóloga Susan Calvin, en las que aparecen todo tipo de máquinas inteligentes –robots que leen el pensamiento, robots que se vuelven locos, robots con sentido del humor o robots políticos–, Asimov inventa unos robots cada vez más perfectos, que llegan a convertirse en un desafío para sus creadores. Con todo, Yo, robot es uno de los pocos títulos de ciencia ficción que han superado con amplitud el círculo de lectores especialmente aficionados, entre los que a menudo se considera una obra cumbre.
A veinte años del exilio familiar de Japón a Estados Unidos, Nanae llama por teléfono a Minae para recordárselo, y así un torbellino de recuerdos y reflexiones envuelve a las hermanas tal como el temporal de nieve que arrecia en esa noche cercana a fin de año: las rígidas costumbres japonesas frente a las engañosas libertades norteamericanas; las dificultades para encontrar un lugar en el mundo; el conflicto con la lengua materna; los sacrificios que implica la creación; la soledad inherente a todo exilio y el dilema desgarrador de volver o no a la tierra natal. Con su prosa sobria, inteligente y a la vez íntima, Mizumura nos acerca a su mundo y al hacerlo nos ofrece un reflejo de las condiciones de nuestro presente, signado por el movimiento y la negación del pasado.