Primer volumen de la adictiva Serie Crave.
Una chica capaz de vencer al miedo. Un vampiro marcado por su oscuro pasado. Dos seres solitarios cuyos caminos se cruzan en el lugar más frío de la Tierra.
Mi mundo cambió en el instante en el que pisé el instituto Katmere. Aquí todo resulta extraño: la escuela, los alumnos, las asignaturas; y yo no soy más que una simple mortal entre ellos, dioses... o monstruos. Todavía no sé a qué bando pertenezco, si es que pertenezco a alguno, sólo sé que lo que parece unirlos a todos es su odio hacia mí.
Pero entre ellos está Jaxon Vega, un vampiro que esconde oscuros secretos y que no ha sentido nada durante un siglo. Algo en él me atrae, apenas lo conozco, pero sé que hay algo roto en su interior que de alguna manera encaja con lo que hay roto en mí. Acercarme a él puede significar el fin del mundo, pero empiezo a sospechar que alguien me ha traído a este lugar a propósito, y tengo que descubrir por qué.
Cada año, miles de personas llegan a San-Er, la capital del reino de Talin, porque en su palacio tienen lugar unos esperados juegos. Aquellos capaces de hacer que su conciencia salte de un cuerpo a otro pueden competir en una lucha a muerte para ganar riquezas inimaginables.
La princesa Calla Tuolemi vive oculta. Cinco años atrás, sus padres perecieron en una matanza que dejó el palacio de Er vacío… y fue ella quien la llevó a cabo. Antes de que las fuerzas del rey Kasa la atrapen, quiere terminar su trabajo y destruir la monarquía. Su tío, el rey, vive recluido, pero siempre felicita al ganador de los juegos en persona, así que si ella gana, tendrá una oportunidad de matarlo.
Anton Makusa es un aristócrata exiliado. Su amor de la infancia lleva en coma desde que ambos fueron expulsados de palacio, y él ha tenido que endeudarse mucho para poder mantenerla con vida. Por suerte, él es una de las personas que mejor domina el arte de cambiar de un cuerpo a otro en el reino. Su última oportunidad de salvar a su amor es entrar en los juegos y ganar.
Calla forjará una inesperada alianza con Anton y contará con la ayuda del hijo adoptivo del rey Kasa, August, que quiere solucionar los males de Talin. Pero los tres tienen metas muy distintas y, cuando comiencen los juegos a vida o muerte, harán lo que sea necesario para alcanzarlas.
Dara Scully nos transporta con Animal de nieve a un lugar aislado y frío donde la directora de un internado femenino impone una férrea disciplina en las alumnas, hasta que la llegada de un nuevo profesor hace que una ellas rompa el molde y reclame su propia existencia. «Las alumnas especulaban. Un hombre había penetrado en sus dominios, en su colegio de paredes de piedra, de entramados de flores en los jardines. ¿Acaso se aventuraban a decirlo? ¿Era tal vez un maestro? ¿Se atrevería Miss Bell a dejar que un hombre enseñara a las muchachas?» Animal de nieve es la segunda novela de la fotógrafa Dara Scully, cuyo arte ha conseguido enredar a sus miles de seguidores en un mundo de cuerpos mágicos, escenas hipnóticas y animales heridos. Precisamente todas esas cosas son las que componen el universo de este libro, con una historia unas veces deliciosa y otras claustrofóbica sobre un internado para niñas regentado por una misteriosa directora. De entre todas las alumnas, Angélica se sabe diferente al resto. Tal vez sea su ímpetu, o su curiosidad, tal vez sean sus nervios, o sus ansias de belleza, pero ella reconoce que ese colegio es demasiado sombrío. Que necesita salir de allí y ser libre. Será tras la llegada al colegio de Frédéric, el nuevo profesor de música, cuando todos esos sentimientos terminen por estallar en su corazón. Él es un hombre que ha visto más allá de los muros del internado y que, pese a todo, se enfrenta a los mismos fantasmas que las chicas. Animal de nieve es una novela lírica, sobrecogedora, que sigue la estela de la literatura de Fleur Jaeggy, Herta Müller o Marguerite Duras, y cuyas protagonistas recuerdan también a las nínfulas del arte de Virginia Mori o Sally Man.
Lo que no vi se hará palabra por palabra tímido tremor entre los versos. Lo que no sentí se hará número en la estrofa: el nudo ligero de tus manos el sitio de delicias escondido donde el tobillo ataja el cuerpo el lugar más oscuro de los muslos la dulce dureza de tus nubes. Dos minutos quedan decías de salida Ernesto en las quebradas. Como los primeros fuiste el último sudor, niño, pájaro de vuelta. Buscaré en mi boca, lejos el azoro de tu humedad multiplicante cuando esté seca buscaré, la noche ya llegada la apurada claridad de tu simiente.
«Será un testigo. Eso se dice. Atesorará todo lo que pueda ver para recordarlo después. Construirá los recuerdos de su futuro».
Un estudiante llega a una universidad de Colorado, en los Estados Unidos, en busca del sueño americano en su versión académica. La promesa del campus como un santuario en cuyas fronteras se han resuelto los problemas de Occidente -origen, raza, clase- sucumbe ante la realidad nocturna: los alumnos deambulan por los extramuros de la ciudad, a la caza de todo aquello que el día les niega: luz, compañía, ternura, certezas. La mirada del protagonista explora las historias que se enhebran durante una noche interminable: la obsesión por Sudamérica como destino romántico, sexual y político; los amores paralelos y tóxicos; la necesidad de borrar las señas de identidad para crear otras nuevas; la literatura como resguardo; el futuro en la forma de una oscuridad apenas iluminada por algunas estrellas lejanas y ajenas. Animales luminosos es una novela íntima donde se abordan los temas fundamentales de nuestro tiempo, como la migración y el choque cultural. Pero también los pequeños grandes dramas de un grupo de amigos que viven sus dudas con una profunda vitalidad, una en la que el amor se torna refugio y quizá, también, respuesta.