"Hay que vivir aunque sea de cualquier modo, siempre que sea vivir."
Tras la muerte de su marido, Maria Leonor, madre de dos hijos, se siente abrumada ante las dificultades para administrar su hacienda en el Alentejo, las expectativas de la sociedad y el ferreo control de su entorno. Despues de unos meses sumida en una profunda depresión, decide finalmente afrontar su responsabilidad como propietaria de las tierras, pero su corazón está atormentado por un pecado secreto: a pesar del duelo, su deseo no se ha apagado.
Entre cavilaciones sobre la esencia del amor, el paso del tiempo y los deslumbrantes cambios en la naturaleza, la joven viuda pasa las noches en vela, espiando los amores de sus criadas y padeciendo la soledad propia. Hasta que dos hombres muy distintos irrumpen en su vida y su destino se tambalea inesperadamente.
Simon Latch es un modesto abogado de Virginia que gana lo justo para pagar sus facturas mientras contempla cómo su matrimonio se desmorona poco a poco. Hasta el día en que entra en su despacho Eleanor Barnett, una anciana que necesita redactar un nuevo testamento. Según relata, su marido le dejó una pequeña fortuna de la que nadie sabe nada.
Ahora que Simon ha conseguido a la clienta más adinerada de toda su carrera, el abogado debe trabajar con discreción para mantener su riqueza oculta. Pero pronto la historia de la anciana empieza a resquebrajarse. Y cuando es hospitalizada tras un accidente de coche, Simon se da cuenta de que nada es lo que parece. No solo eso. Simon se enfrenta a un juicio por un delito que jura no haber cometido: asesinato.
Él sabe que es inocente. Pero también que las pruebas circunstanciales están en su contra y que podría pasar el resto de su vida entre rejas. Para salvarse, debe encontrar al verdadero asesino...
En el resquebrajamiento de una sociedad que ha cortado con sus valores y su pasado, en que los asesinos contratados o sicarios son niños, y en que la impunidad es la norma y la violencia el aire que se respira, por las atestadas calles de Medellín, entre una multitud maldiciente de desempleados y mendigos, de ladrones y atracadores, vendedores ambulantes y fumadores de basuco, van el narrador loco o lúcido y su amante, un adolescente asesino, tratando de ponerle remedio por las malas a lo que no lo tiene. Cuando ya no queda sino rezar y rociar con agua bendita las balas, la iglesita perdida de María Auxiliadora en el pueblo de Sabaneta se vuelve un santuario de peregrinación de los sicarios y a la vez una referencia para las páginas alucinadas de esta novela.