Antonio José Bolívar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar; con ellos aprendió a conocer la selva y a respetar a los animales y a los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo. Un día decidió leer las novelas de amor que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín. Con ellas se aleja de la estupidez de esos forasteros que creen dominar la selva porque van armados pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida: de eso se ocupará el viejo Bolívar Proaño.
Cuando tenía diecisiete años, Alice pasó un verano en una casa en el lago con su abuela Nan. Fue allí donde tomó la foto de tres adolescentes sonrientes en una lancha motora amarilla, la imagen que le cambió la vida.
Ahora, como fotógrafa, se siente más cómoda dejando que otros brillen. Sin embargo, últimamente le apetece un cambio, así que idea un plan para Nan y para ella: otro verano en ese lugar mágico, Barry’s Bay.
Sin embargo, tan pronto como se instalan, su paz se ve interrumpida por el rugido de una conocida lancha amarilla, y el hombre que la conduce.
Charlie Florek tenía diecinueve años cuando Alice lo fotografió. Ahora ha crecido y es un sinvergüenza encantador, y los días soleados y las cálidas noches en el lago con él son un bálsamo para su alma. Pero cuando Alice levanta la vista y ve su penetrante mirada verde clavada directamente en ella, empieza a preocuparse…
Porque a ella se le da bien ver a la gente, pero nunca ha conocido a alguien que le devuelva la mirada.
La hermosa y joven Elinor Carlisle se encuentra en el banquillo de los acusados, está siendo juzgada por el posible asesinato de su prima Mary Gerrard. Las pruebas son abrumadoras: solo Elinor tenía el motivo, la oportunidad y los medios para administrar el fatal veneno.
Sin embargo, dentro de la hostil sala del tribunal, solo un hombre aún cree que Elinor es inocente hasta que se demuestre lo contrario: Hércules Poirot es lo único que se interpone entre Elinor y la horca.