«Por fin: aquí están los prolegómenos de la gran obra, la aurora boreal del ciclo, el lienzo secreto del fresco, el solar en el que se construyó la catedral de siete pilares, el prefacio del propio Marcel, la búsqueda de En busca del tiempo perdido. [...] Proust ha vuelto, único y visionario como siempre» ( J. Garon, L’Obs). Así han saludado unánimemente los expertos y la crítica el hallazgo de este tesoro literario: un manuscrito mítico que ve la luz tras el fallecimiento de su propietario, Bernard de Fallois. Escritos entre 1907 y 1908, con estos episodios emblemáticos y fundacionales de su obra maestra se penetra por arte de magia en la memoria proustiana como si se tratara de una primigenia autobiografía en la que los personajes y los lugares surgen en toda su desnudez y conservando sus nombres auténticos —la abuela Adèle, la madre Jeanne y un joven Marcel estremecedoramente «humano, amoroso, atento con su familia, fiel y generoso» (A. Compagnon, Le Figaro Littéraire).
Cada década se eligen a los seis magos más extraordinarios para que compitan por una plaza en la Sociedad Alejandrina, la sociedad secreta más importante del mundo.
Los seleccionados disfrutarán de una vida de poder y prestigio que superará sus sueños más salvajes. Pero ¿a qué precio?
Cada uno de los seis reclutados tiene sus motivos para aceptar la imprecisa invitación de la Sociedad. Aunque tengan que intimar más de lo que hubieran imaginado con sus enemigos más peligrosos o sufrir una traición imperdonable de sus mejores aliados, lucharán con uñas y dientes por el derecho a unirse a las filas de los alejandrinos.
Aunque con ello se arriesguen con ello a no sobrevivir
SECRETOS
TRAICIÓN
SEDUCCIÓN
PODER
BIENVENIDO A LA SOCIEDAD ALEJANDRINA
4 de agosto de 1962. Los Ángeles está que hierve, en medio de una intensa ola de calor. Una estrella de cine B ha sido secuestrada en extrañas circunstancias. Y acaban de encontrar el cuerpo sin vida de Marilyn Monroe. ¿Sobredosis, suicidio, asesinato? El jefe de policía William H. Parker pone sobre la pista a Freddy Otash, expolicía corrupto y extorsionador, que no tardará en intuir que ambos casos están relacionados. Pero, si quiere salvar su propio pellejo no puede limitarse a descubrir la verdad: deberá encontrar pruebas que alejen a los Kennedy de los rumores de asesinato.