La obra de Marceline Desbordes-Valmore (1786-1859) presenta un acorde sin par entre la poesía y la vida, lleno de dulces dolores, como casi jamás lo sacó de su destino ninguna poetisa. Y sólo nosotros, que llegamos después, descubrimos con profunda veneración el secreto supremo de su vida y de su arte, que es la más noble fórmula del poeta: cansar al sufrimiento con un amor infinito y envolver en eterna música el grito del dolor.
ENTRÓ EN EL INFIERNO DISPUESTA A PERSEGUIR SUS DEMONIOS.
NUNCA PENSÓ QUE UNO DE ELLOS EXIGIRÍA SU CORAZÓN.
La vida de Ares ha cambiado en poco tiempo. Ahora sabe el legado que corre por sus venas y conoce su misión: proteger a su ciudad y a su familia de la incursión de una Corte de Bacus plagada de demonios.
Ares quiere venganza y para ello deberá infiltrarse como pareja virtuosa de Adonis en las fiestas báquicas, unos rituales sexuales exclusivos en honor a Bacus. Juntos tendrán que enfrentarse a un peligroso juego que pondrá precio a sus almas, dejándose arrastrar por una espiral de tentación y deseo que jamás habían experimentado.
PECADOS. VICIO. PLACER.
Estampas poéticas, estampas venecianas, estas reflexiones acerca de la ciudad abren brechas en la memoria del escritor, que entrelaza recuerdos personales con hechos acaecidos en esta ciudad de agua, agua que, como él mismo dice, «la golpea y la rompe en pedazos, aunque al final la recoja y la lleve consigo hasta depositarla, intacta, en el Adriático». Esa percepción y ese contrapunto entre imágenes y pensamientos se asociarán para siempre en la mente del lector con el nombre de Venecia.