La vida de la familia Torres es un caos. El padre, puertorriqueño «Paps», y la madre, nacida en Brooklyn «Ma», deciden tener tres hijos pese a su precaria situación laboral. Les darán una educación peculiar que se desarrollará entre trabajos basura, problemas en el barrio y anécdotas familiares íntimas y divertidas.
En ese marco, solo el cariño y el amor entre ellos harán posible que sobrevivan en esa jungla que es la ciudad. Pero la principal jungla de la historia es la de la infancia, porque los tres niños, los verdaderos protagonistas de la novela, se comportarán como pequeños animales en continuo aprendizaje: travesuras, extrañas conversaciones con los adultos, juegos, inocencia y destellos de esa inteligencia tan lúcida y en ocasiones impropia de los niños pequeños.
El componente autobiográfico hace aún más interesante este relato, pues retrata a la perfección la vida en las afueras de Nueva York a finales de los ochenta y las oportunidades que esta ciudad ofrecía a los habitantes del colectivo latino.
Este libro presenta un universo en el que el lector se siente cómodo, ya que es cercano y está cargado de imágenes de gran belleza y lirismo, y consigue hablar del amor y del cariño en la familia sin utilizar el discurso cursi o manido al que estamos acostumbrados.
Un pueblo llamado Paradise, una casa en el lago y un montón de canciones convertidas en constelaciones. Hannah está a punto de descubrir que no puede elegir no enamorarse.
Hannah no quiere saber nada de Luke, su novio el último verano que pasó en Paradise, ni de Jamie, su estúpido mejor amigo, ni de Joy Ann, la antigua jefa de las animadoras, ni de Jennifer, Zoe, Joey o Teagan, los populares cuando todos estaban en el instituto.
Pero Avery va a casarse con uno de ellos y Hannah haría cualquier cosa por su mejor amiga. Además, Avery ha utilizado la carta de la amistad. Doble motivo para quedarse en Paradise atrapada con ellos en la maldita casa del lago.
Dos jóvenes integrantes de distintas organizaciones armadas mantienen su amistad de toda la vida reuniéndose como pueden, en los intersticios que les permiten sus actividades revolucionarias.
Nosotros dos en la tormenta cuenta el día a día de dos militantes, de dos células, de sus acciones violentas y de aquellos que se ven afectados por estas: las víctimas y sus familias, pero también los seres queridos de los propios guerrilleros. Es la historia del entusiasmo y las dudas, del arrojo y la rivalidad, del encandilamiento que provoca fijar la vista sin descanso en un sol brillante e imperioso, de la dinámica enloquecida de una época turbulenta, donde el tiempo jugará en contra de todos y le abrirá camino al poder de la muerte.
Inquietante, conmovedora y cercana, esta novela nos retrotrae a la década del setenta de un modo nuevo: sin esquivar las paradojas y descubriendo a los seres humanos cobijados bajo las banderas de los apasionamientos políticos más extremos.