Los tres vivieron en el siglo XIX, pero la manera en que conformaron sus vidas sigue resonando hoy en las nuestras. Boena Nemcová escribió a pesar de todo: de sus orígenes humildes, de la falta crónica de dinero, de escribir en una lengua minoritaria, de las obligaciones familiares que le exigía su marido, ciego al talento y a la voluntad de su esposa, de la estrechez intelectual que imponía el naciente nacionalismo checo frente a la dominación del Imperio austrohúngaro. George Sand, nacida en una familia aristocrática, no aceptó nada que no fuera la igualdad ante los hombres, como sus amantes Alfred de Musset y Frederic Chopin. Fue una de las escritoras más celebres de la Europa de su tiempo y una de las primeras mujeres que se quiso radicalmente libre. John D. Rockefeller es el primer gran ejemplo del sueño americano, del hombre forjado a sí mismo. Insensible a todo lo que no fuera acumular riqueza y poder, no dudó en eliminar rivales, arruinar empresas y arrasar la naturaleza si ello servía a sus intereses.
La Segunda Guerra Mundial obliga a una joven princesa a marcharse a un lugar donde el amor cambiará su vida para siempre.
Londres, 1943. Las bombas caen sobre la ciudad y el rey y la reina deciden enviar a su hija menor a vivir en el campo con una familia de confianza. Tercera en la línea de sucesión al trono, la princesa Charlotte, de diecisiete años, acepta a regañadientes usar un nombre falso a su llegada a Yorkshire.
Pronto, Charlotte empieza a disfrutar de su nueva libertad y de su pasión por los caballos, y comienza a sentirse atraída por el hijo de sus protectores. Este romance prohibido da un giro trágico cuyo fruto es una niña que se queda huérfana y cuyo linaje nadie conoce. Sin embargo, todo cambia cuando unas cartas salen a la luz y, de un secreto guardado durante casi dos décadas, emerge una princesa perdida.
Una historia inolvidable sobre familia, realeza, una mujer extraordinaria que descubre su legado y el hombre que la devuelve al lugar que le corresponde.