Bartleby, el escribiente es un magnífico y conmovedor relato, cuya lectura resulta inquietante, divertida y perturbadora. Su protagonista, un peculiar copista judicial que trabaja en un despacho de abogados en Nueva York, decide un buen día, para sorpresa de su jefe, negarse a seguir copiando con la famosa frase «preferiría no hacerlo». Aún hoy, la motivación de Bartleby sigue siendo un exquisito misterio literario, pero la determinación y la sosegada delicadeza con la que se atreve a decir «no» hará que pase a la posteridad como un hombre que eligió la libertad. Herman Melville creó así un personaje paradigmático que influyó notablemente en autores posteriores y que se ha convertido en referente en la historia de la literatura.
Ya convertido en uno de los más destacados referentes del modernismo hispánico, el joven Juan Ramón compuso una ingente cantidad de textos en prosa que irá reservando en sus archivos. La aparición de Platero y yo en 1914 da buena cuenta de la calidad de estas prosas, escritas en su mayor parte durante su retiro en Moguer entre 1906 y 1912, pero no será este gran libro un logro único ni aislado. Nacen en paralelo dos extensos poemarios que titulará Baladas para despues y Odas libres, conjunto este último que más tarde sumará a Odas castas bajo el generico epígrafe Odas.
Azotados por vientos implacables y sumidos en noches eternas, los montes de Kolima se encuentran en uno de los parajes más inhóspitos del planeta. En plena tundra siberiana, en la misma estepa helada donde los gulags fueron escenario de la brutal represión soviética, el nuevo tiempo político ha dado paso a otro tipo de horrores: un centro clandestino de investigación que prohíbe la salida a los operarios y donde, bajo extremas medidas de seguridad, las autoridades realizan turbios experimentos en el más absoluto de los secretos.
La trama se desarrolla sin pausa en paralelo a las peripecias del protagonista, que mientras cruza fronteras de forma ilegal, fingiendo acentos extranjeros, debe improvisar vías de escape imposibles, lidiar con toda clase de enemigos y, en definitiva, jugarse el pellejo para acceder a la remota base.