En esta obra recogemos tres relatos inéditos y un poema (que sirve de introducción al cuento que da el título al libro) que representan el lado más profundo y familiar en la producción de Rudyard Kipling, autor de obras inmortales como Kim, El hombre que pudo ser rey o El libro de la selva. Tres historias que encarnan sendas facetas en la existencia del autor británico: el compañerismo durante la Primera Guerra Mundial, conflicto en el que perdió la vida el hijo del escritor; su pertenencia a la masonería; y, finalmente, su pasión por Jane Austen, cuyos libros solía leerles a su mujer y a su hija. Los tres temas se entrelazan sutilmente en estos textos, nunca publicados hasta ahora en español. Como dice la traductora Paloma Díaz Espejo en el postfacio que acompaña al volumen: «La producción quizá más personal de Kipling es la que se presenta aquí, pues recoge alguno de los intereses más íntimos que marcaron su vida».
Cuando su padre la obliga a asistir a una escuela de esquí, Alice sufre un grave accidente que la marcará para siempre. A su vez, Mattia, un niño reservado, carga con las fatales consecuencias de un acto que cometió poco tiempo atrás. La infancia ha causado en Alice y en Mattia esa clase de heridas que difícilmente cicatrizan, y que los abocan a una soledad devastadora durante su adolescencia. Sin embargo, en el momento en que los dos se encuentren, nacerá la amistad y sus vidas se entrecruzarán hasta, en ocasiones, sentirse estrechamente unidos. Alice se dedicará a la fotografía, y Mattia desarrollará su talento para las matemáticas. Y sin embargo, igual que esos números especiales conocidos como «primos gemelos», algo los mantiene irremediablemente «solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad», como piensa Mattia.
La Soledad mira impotente el desamparo y desmoronamiento en el que la gente y las relaciones van cayendo. Reflejo del ecocidio, del trueque tramposo entre «humanidad» e inteligencia artificial, de las familias frágiles y de una infancia diluida, esta finca será testigo del dolor y la angustia de Antonia. Sintiéndose intelectual y físicamente inferior a todos, ella creerá, por momentos, que hay salidas luminosas. A veces, gracias a la literatura; en ocasiones, en la complicidad con otros igual de rotos que ella. Pero el ir y venir entre el rechazo y la indiferencia de su madre será su constante y obligada vuelta a la realidad. Eso y la atmósfera contaminada por el poder, la corrupción, las adicciones y las enfermedades futuras que ya se van instalando en su joven cuerpo. Sabe que está, estuvo y seguirá estando sola..., salvo, quizá, por la permanente presencia del narrador, esa voz del futuro y del pasado, intrusiva, a veces divertida y siempre trágica, que no tiene ningún tipo de concesión. Ni con ella, ni con el lector.