El mundo de Mistborn llega a la segunda era.
Han transcurrido trescientos años desde los acontecimientos de la Trilogía Original Mistborn. Kelsier y Vin han pasado a formar parte de la historia y la mitología, y el mundo de Scadrial se halla a las puertas de la modernidad.
Sin embargo, en las tierras fronterizas conocidas como los Áridos, las antiguas magias todavía son una herramienta crucial para quienes defienden el orden y la justicia.
Uno de esos vigilantes de la ley, Waxillium Ladrian, deberá regresar a la capital para retomar sus obligaciones como líder de una casa noble. Pero pronto descubrirá que la ciudad puede ser más peligrosa que las salvajes llanuras de los Áridos.
Han transcurrido trescientos años desde los acontecimientos de la Trilogía Mistborn. Kelsier y Vin han pasado a formar parte de la historia y la mitología, y el mundo de Scadrial se halla a las puertas de la modernidad. En las tierras fronterizas conocidas como los Áridos, las antiguas magias son una herramienta crucial para quienes defienden el orden y la justicia.
Uno de esos vigilantes de la ley es Waxillium Ladrian, un excepcional nacidoble capaz de empujar metales con su alomancia y utilizar la feruquimia para volverse más ligero o pesado a voluntad. Tras veinte años en los Áridos, una tragedia hace que Wax regrese a la metrópolis de Elendel. Allí tendrá que renunciar a sus pistolas y asumir sus obligaciones como líder de una casa noble. Pero cuando una banda de alomantes comienza a asaltar trenes y secuestrar a personas, Wax tardará poco en descubrir que las mansiones y las elegantes avenidas arboladas de la ciudad pueden ser más peligrosas que las arenosas llanuras de los Áridos.
Este libro, Alemania, impresiones de un español fue publicado hace más un siglo, en 1916, y no es más que un puñado de crónicas periodísticas sobre la Alemania de 1912, aunque también sea mucho más. La Alemania que retrató Camba ya no existe, en realidad ni siquiera existía ya cuando se publicó el libro en plena Primera Guerra Mundial, pero es la Alemania de Camba, el primer gran periodista del siglo xx. Sus brevísimos y acerados artículos conspiran unánimemente contra la solemnidad y el lugar común y son un prodigio de observación y naturalidad, además de encerrar siempre una inmensa carga humorística de raíz hondamente galaica.