Clara no ha tenido una vida fácil, y cuando la muerte de su abuela la obliga a abandonar el piso que compartían, su estado de ánimo empeora. Sin embargo, mientras vacía la casa, encuentra una baldosa hidráulica que parece señalar la existencia de un tesoro. La joven es realista y poco dada a la ensoñación, pero, animada por sus amigos y dejándose llevar por una extraña intuición, se ve empujada a una aventura que la forzará a enfrentarse a sus miedos y también al pasado de su familia.
En la búsqueda de ese misterioso tesoro olvidado, Clara descubrirá historias que nadie le había contado y se sumergirá en la Barcelona de inicios del siglo XX, cuando el mosaísta Florencio trataba de construir su futuro en una ciudad marcada por el crecimiento más allá de las murallas, el arte modernista y las reivindicaciones de la clase obrera.
El pasado y el presente de un lugar repleto de misterios y de arte se dan la mano en esta novela de aventuras, emociones y sueños recuperados que nos muestra una Barcelona mágica e inolvidable.
La hermosa y joven Elinor Carlisle se encuentra en el banquillo de los acusados, está siendo juzgada por el posible asesinato de su prima Mary Gerrard. Las pruebas son abrumadoras: solo Elinor tenía el motivo, la oportunidad y los medios para administrar el fatal veneno.
Sin embargo, dentro de la hostil sala del tribunal, solo un hombre aún cree que Elinor es inocente hasta que se demuestre lo contrario: Hércules Poirot es lo único que se interpone entre Elinor y la horca.
Cuando tenía diecisiete años, Alice pasó un verano en una casa en el lago con su abuela Nan. Fue allí donde tomó la foto de tres adolescentes sonrientes en una lancha motora amarilla, la imagen que le cambió la vida.
Ahora, como fotógrafa, se siente más cómoda dejando que otros brillen. Sin embargo, últimamente le apetece un cambio, así que idea un plan para Nan y para ella: otro verano en ese lugar mágico, Barry’s Bay.
Sin embargo, tan pronto como se instalan, su paz se ve interrumpida por el rugido de una conocida lancha amarilla, y el hombre que la conduce.
Charlie Florek tenía diecinueve años cuando Alice lo fotografió. Ahora ha crecido y es un sinvergüenza encantador, y los días soleados y las cálidas noches en el lago con él son un bálsamo para su alma. Pero cuando Alice levanta la vista y ve su penetrante mirada verde clavada directamente en ella, empieza a preocuparse…
Porque a ella se le da bien ver a la gente, pero nunca ha conocido a alguien que le devuelva la mirada.