Uno de los grandes embajadores de la lengua española arma una monumental antología de la poesía en nuestra lengua.
«Los más de los poetas y poemas que aparecen en las páginas que siguen llegan a ellas con la impecable ejecutoria de hidalguía de una sostenida influencia en otros creadores y en otros textos, una opinión crítica unánime y la evidente predilección de los aficionados. A decir verdad, mi tarea ha sido fundamentalmente ir a buscar en las ediciones de mayor solvencia esos poemas y esos poetas estrictamente clásicos y traerlos aquí en la más amplia medida que permitieran las dimensiones del volumen. Las introducciones a cada autor y a cada texto hilvanan una no tan pequeña historia de la creación poética en España desde las jarchas hasta nuestros días.»
«En los horizontes de la poesía española, hay, con todo, zonas de penumbra: períodos sólo frecuentados por unos cuantos especialistas, autores ―también ellos― de dudosa reputación, rescates tardíos y minoritarios… Es en esos claroscuros donde quizá se encuentre (y se excuse) una intervención mía más personal y donde me habría gustado ofrecer al común de los lectores una selección tan orientadora como gozosa.»
FRANCISCO RICO
«Pasaron el tiempo y una multitud de cosas, tantas que ahora forman un torbellino. Estoy aquí solo, la sombra del cuerpo se ha ido alargando, a la vez que vuelven a mí mechas sueltas de aquellos tiempos».
Un hombre regresa, después de mucho tiempo, a su lugar de origen y, apostado en un punto desde el que puede ver todos aquellos sitios que marcaron su vida -su hogar, la escuela, donde jugaba con sus amigos, donde experimentó el dolor, la violencia, el miedo y el odio-, recuerda su infancia y esa frontera vital que es el paso a la adolescencia.
Mil doscientos pasos es la distancia exacta que separa a este hombre de la casa familiar en esta historia de iniciación, de amistad, de descubrimiento de la vida y también de la maldad, de secretos no confesados por el temor a las consecuencias. Esta novela es el relato emocionante de un momento crítico de nuestro pasado: los años duros y oscuros de la posguerra.
Cuando, un gris día de otoño, Joséphine sale de su pequeño ático en el canal Saint-Martin, en París, encuentra dos cartas en el buzón. Una es de la editorial con la que colabora como traductora, y la otra de un notario desconocido. Y así, en pocos minutos, Joséphine descubre que ha perdido su trabajo, pero también que ha heredado una vivienda, aunque atípica y un poco ruinosa: su querido tío Albert le ha dejado su vieja casa flotante, amarrada en el cercano muelle del puente de la Concordia.
A regañadientes, y a pesar de los buenos recuerdos que guarda de los viajes por el Sena con su excéntrico tío, Joséphine decide venderla. Pero en el barco no solo la espera un misterioso armario cerrado del que aparentemente no hay llave, sino también un atractivo pero gruñón desconocido que afirma ser el legítimo inquilino. Y que, por supuesto, no ve por qué debería mudarse...