No son en realidad cien relatos (uno para cada año) los que componen el libro, sino más bien cien viñetas, cien escenas, cien grabaciones que reflejan, cada una, un momento histórico determinado.
En esta supuesta transcripción de múltiples voces que recorren escalas sociales y geografías diversas, no hay nada de moralizador, aunque se advierta siempre detrás un pensamiento crítico y una ironía. «Yo, intercambiado conmigo, estuve presente año tras año», es el comienzo significativo.
Como de costumbre, Grass confía en sus lectores y no cree necesario explicarles cada personaje ni decirles en qué contexto han de situar cada frase, sabiendo que su libro podrá leerse a distintos niveles de conocimientos históricos y experiencia política.
“Él es el único que hace palpitar mi corazón y bombear mi sangre. El único que enciende mis venas con un calor abrasador, como si la leña estuviera ardiendo en mi interior. Es todo por él. Para él”
Dolor. Siempre había dolor.
De alguna u otra manera las noches de Trish Trainor se convertían en su peor pesadilla. Su padre la usaba como saco de boxeo, la mantenía encerrada en su propia casa para complacer sus deseos de control, fingiendo que tenía todo el derecho de tratarla como basura desde que su madre murió.
Estaba acostumbrada a ello.
Sin embargo, cuando el problema empeoró fue su pequeño hermanito quien la salvó de ser devastada en mente, cuerpo y alma. Tuvieron que correr, era su única opción o su padre arremetería contra Devan. Era solo un niño.
Así que lo hicieron, y solo bastó una caída y una enorme herida en su pierna para aterrizar en la vida de su vecino.
Jaxon Daniels fue testigo de cómo lentamente sus padres se destruían a sí mismos. De cómo la droga y el alcohol los empujaban a una inminente destrucción, convirtiéndolos en cáscaras vacías que deambulaban y apenas se alimentaban. Lo dejaron solo a cargo de todo, de su hermanita en muletas y el recuerdo de su gemelo fallecido a la edad de seis años. Sin ningún asomo de apoyo o cariño, sus padres lo abandonaron cuando apenas era menor de edad.
Jaxon Daniels cuidó de su hermanita por sus propios medios, sin pedir ayuda. Hizo cosas de las que nunca antes se había creído capaz y, con el máximo esfuerzo posible, salió adelante.
Pero ahí estaba ella, un alma tan desesperada como la de él, que buscaba ayuda.
Entonces, la repentina reaparición de Trish Trainor en su vida cambió todo y ahora tenían que vivir escondidos para que el padre de Trish no sospechara. Jaxon Daniels fingió llevar una vida normal mientras sus sentimientos por la exniñera de su hermanita crecían y los peligros de tenerla en su casa crecían cada vez más.
Los protegería. Eran suyos, su familia.
Y todo lo que pudo hacer Jaxon fue zambullirse en el laberinto, en busca de una salida de la miseria que llevaba en su alma rota y la salvación de las personas que amaba.
Trilogía Mío #2
Susane, abogada de cuarenta y dos años, recibe una visita de Gilles Principaux. Cree reconocer en este hombre al chico al que amó locamente cuando ella tenía diez años y él catorce, pero no logra recordar qué sucedió realmente en la habitación del joven. ¿Acaso, como siempre ha sugerido su padre, fue víctima de abusos? En su memoria tan solo subsiste la huella de una pasión cegadora. Más de treinta años después, Gilles Principaux acude a su despacho para que asuma la defensa de su esposa, una madre ejemplar que, sin motivo aparente, ha ahogado a sus tres hijos en la bañera. Otros personajes misteriosos rodean a Susane, en especial Sharon, una joven inmigrante de las islas Mauricio que le limpia la casa y la trata de manera distante y exigente, a pesar de los esfuerzos de Susane por ayudarla a regularizar su situación. Susane se verá inmersa en una realidad hostil y asfixiante y descubrirá poco a poco quién es en verdad Gilles Principaux.
Los personajes de Marie NDiaye viven perseguidos por una culpa lacerante, sometidos a un juicio implacable sin conocer la naturaleza ni el alcance de su presunto crimen. Una lógica indescifrable determina la existencia de estos seres extraños, en ocasiones monstruosos y sin embargo tan parecidos a nosotros, que buscan ser algo más que meras víctimas de sus circunstancias.