They had nothing in common until love gave them everything to lose . . .
Louisa Clark is an ordinary girl living an exceedingly ordinary life—steady boyfriend, close family—who has barely been farther afield than their tiny village. She takes a badly needed job working for ex–Master of the Universe Will Traynor, who is wheelchair bound after an accident. Will has always lived a huge life—big deals, extreme sports, worldwide travel—and now he’s pretty sure he cannot live the way he is.
Will is acerbic, moody, bossy—but Lou refuses to treat him with kid gloves, and soon his happiness means more to her than she expected. When she learns that Will has shocking plans of his own, she sets out to show him that life is still worth living.
Omar tiene diez años y pasa los días junto a la ventana, esperando a que su madre vuelva. Hace tanto tiempo que no la ve que ni siquiera sabe si está viva. Su hermano intenta animarlo, pero es incapaz: sin su madre, el mundo se desmorona. Solo le consuela la presencia de Nada, su forma de cogerle la mano, sus ojos celestes.
Nada tiene once años, una vena en la frente que le palpita cuando se enfada y un hermano, Ivo, lo bastante mayor para ser llamado a filas. Nada y Omar son niños en la primavera de 1992, en Sarajevo.
Para alejarlos de la guerra, una mañana de julio un autobús se los lleva contra su voluntad. Si es que la madre de Omar sigue viva, ¿cómo dará con ella? ¿Y si Ivo muere luchando? Mientras viajan por Italia, por carreteras reducidas a escombros, Nada conoce a Danilo, que tiene unas manos cálidas y una familia, a diferencia de ella, y que un día le hace una promesa.
Inspirada en una historia real, Me limitaba a amarte es una novela de formación sobre la pérdida de la inocencia, las heridas con las que cargamos y la imperiosa necesidad de encontrar anclaje y comprensión cuando todo colapsa a nuestro alrededor. Con una escritura precisa y conmovedora, que se inscribe plenamente en la tradición de la gran novela europea, Rosella Postorino indaga en las historias individuales que se ven afectadas por las convulsiones más estremecedoras de la historia colectiva.
El adjetivo que mejor define la poesía de Cristina Rivera Garza, una de las escritoras más relevantes de la literatura mexicana actual, es «indómita». Porque quiebra los géneros con un sinfín de formas que van desde los posteos o los tuits hasta los textos comunales, los telegramas y las bitácoras, pero también porque rompe la sintaxis y hasta el mismo lenguaje. Estas profundas fisuras señalan ausencias: de cuerpos —más de cien mil personas han desaparecido en el lapso de dos décadas en México— y de palabras.
Sus versos salvajes tejen nodos territoriales y afectivos, evocan corporeidades, juegan con la autoficción, construyen múltiples voces, tienden vasos comunicantes con su narrativa y están atravesados por las obsesiones que vertebran su obra: la violencia y la muerte, la enfermedad y el amor, el sueño y la razón. Son poemas que convierten a sus lectores en «traductores-detectives-cómplices» y que viven más allá de la página.