Si Pedro Simón fuera un panadero, diríamos que la masa madre de sus novelas son las relaciones familiares. Un ingrediente aparentemente sencillo y abundante pero absolutamente fundamental en la historia de la literatura.
Tras ganar el Premio Primavera de Novela con Los ingratos, una historia que ha conmovido a decenas de miles de lectores, volvió a apuntar al corazón con Los incomprendidos. Sin que se nos haya aflojado el nudo en la garganta, el autor nos ofrece ahora su novela más difícil pero también más universal: ¿cómo se enfrentan los miembros de una familia a la inevitable decadencia y muerte de sus mayores?
Los sinsabores del verdadero policía empezó a escribirse en los años ochenta de la mano de un Roberto Bolaño entregado aún a la poesía y desconocedor todavía del legado que había de dejar en los años venideros. El punto final a la presente obra, sin embargo, lo rubricaría veinte años después, en los últimos días de su vida.A lo largo de este período, Bolaño va recogiendo o apuntando por primera vez los nombres y los escenarios que se repetirían en otras obras como Estrella distante, Llamadas telefónicas y Los detectives salvajes. Así, desfilan por estas páginas, perdidos en la ficticia y terrible ciudad de Santa Teresa, el exiliado académico chileno Óscar Amalfitano, su hija Rosa, un sevillano a quien los rusos cortan la lengua, un escritor francés llamado Arcimboldi -que nos recuerda al literato desaparecido en 2666- todos ellos hilos sueltos pero intrincados de la trama que compone esta «novela endemoniada», muestra paradigmática del talante más vanguardista de su autor.
Tetsuyuki Iryo es un joven universitario que vive acuciado por las deudas y los acreedores de su difunto padre y que intenta resolver su existencia abandonando la casa materna. Comienza a trabajar como botones en un hotel de Osaka. Una vez instalado en su nuevo piso, comienza la convivencia con un compañero inesperado, afincado en una columna del apartamento: el lagarto Kin. El cuerpo de Kin está atravesado por un clavo debido a una acción no intencionada cuando le cortan la luz en el destartalado apartamento, y se resiste insistentemente a morir, sirviendo de hilo a su amigo humano cada noche en sus pensamientos sobre la vida y el amor.