Las interminables guerras entre los clanes y la Tribu han dejado huérfanos a muchos niños. Entre ellos se encuentran Sunaomi y Chikara, los hijos de Arai Zenko, que se enfrentan a la muerte tras la traición de sus padres. Su tía Kaede puede salvarlos la vida con la condición de que se conviertan en monjes novicios y no abandonen jamás el templo de Terayama.
Pero Sunaomi, educado como guerrero, no podrá escapar a su destino. Así, a medida que va descubriendo sus extraordinarias habilidades, se irá granjeando la enemistad de enemigos cada vez más poderosos, como Hisao, el hijo de Takeo, el maestro fantasma; o Saga Hideki, el general del Emperador y Señor de la Guerra más poderoso del reino. Ambientada en el Japón feudal imaginario, Los guerreros huérfanos es una apasionante historia de aventuras sobre dos jóvenes y su transición a la mayoría de edad en un mundo en el que el coraje y el sacrificio son virtudes necesarias para sobrevivir, un mundo sobrenatural plagado de peligros.
Los hechos es una obra autobiográfica nada convencional, que convence por su franqueza y por su capacidad de invención. Philip Roth se concentra en cinco episodios de su vida: su tranquila niñez en los años treinta y cuarenta; su preparación para la vida norteamericana en un college en los años cincuenta; su enredo pasional, cuando era un joven ambicioso, con la persona más irascible que conoció en su vida («la chica de mis sueños», la llama él); su choque frontal, como escritor en ciernes, con la comunidad judía, que tomó a grave ofensa su libro Goodbye, Columbus, y su descubrimiento, durante los excesos de los años sesenta, de una veta de su talento que no había explotado antes y que lo llevó a escribir El mal de Portnoy.
El encuentro fortuito entre dos amigos de la infancia es el detonante de esta novela, la cual nos lleva a recorrer la vida de un empresario exitoso y adinerado con un pasado enigmático. Su nombre: Sebastián Sarmiento. Su tragedia: haber perdido a sus seres más queridos. La consecuencia: un sentimiento de culpa que jamás lo abandona. La historia de Sebastián toma rumbos insospechados debido a circunstancias tan simples como una rama seca tirada en el camino, una llamada realizada en el instante preciso y el andar a la deriva por una calle cualquiera.
Esas casualidades, y muchas más, son las que determinan el destino del protagonista, y Juan Carlos Botero se vale de ellas para demostrar que no existen hechos intrascendentes, pues un detalle, por más mínimo que parezca, puede cambiar radicalmente el curso de los acontecimientos y desatar una ola de eventos inesperados. Nuestra fortuna deja de pertenecernos cuando se lanzan los dados y nos convertimos, para ventura o desventura, en caprichos de la suerte.