La ciudad semi-sumergida de Tiankawi, habitada por humanos y seres del agua, parece ser un refugio seguro para quienes huyen de los disturbios civiles. Sin embargo, en realidad, los humanos viven en la parte superior de la ciudad, mientras que los habitantes de las profundidades, como sirenas, brujas marinas y kappas, residen en las aguas contaminadas de abajo.
Cuando Mira, medio sirena, es ascendida a capitana de la guardia fronteriza, ve en ello una oportunidad para ayudar a los oprimidos. Sin embargo, su trabajo se complica en el momento en el que Nami, una princesa dragón de agua, es exiliada a la ciudad bajo su vigilancia. Poco después, un grupo de extremistas sabotea un festival, la violencia estalla y los derechos de los habitantes de las profundidades se ven amenazados. Entonces, Mira y Nami deberán decidir si vale la pena pagar el coste del cambio o si Tiankawi debería ser abandonada.
La Compañía se ha disuelto y sus integrantes emprenden caminos separados. Frodo y Sam avanzan solos en su viaje a lo largo del río Anduin, perseguidos por la sombra misteriosa de un ser extraño que también ambiciona la posesión del Anillo. Mientras, hombres, elfos y enanos se preparan para la batalla final contra las fuerzas del Señor del Mal.
Salem's Lot es un pueblo tranquilo donde nunca pasa nada. O quizás esto son solo apariencias, pues lo cierto es que sí se están sucediendo diversos hechos misteriosos, incluso escalofriantes...
Veinte años atrás, por una apuesta infantil, Ben Mears entró en la casa de los Marsten. Y lo que vio entonces aún recorre sus pesadillas. Ahora, como escritor consagrado, vuelve a Salem's Lot para exorcizar sus fantasmas.
Salem's Lot es un pueblo tranquilo y adormilado donde nunca pasa nada..., excepto la antigua tragedia de la casa de los Marsten. Y el perro muerto colgado de la verja del cementerio. Y el misterioso hombre que se instaló en la casa de los Marsten. Y los niños que desaparecen, los animales que mueren desangrados... Y la espantosa presencia de Ellos, quienesquiera que sean Ellos.
«Cerrar un círculo, otro círculo. De eso se trataba, ¿no?, de cerrar círculos».
Un escritor que curiosamente responde al nombre de Juan José Millás recibe el encargo del periódico en el que colabora para escribir el que, cree, puede ser su último reportaje. Por ello debe pensar con cuidado el tema que sirva de broche de oro a toda una carrera. La búsqueda del reportaje perfecto despierta en su interior el recuerdo de un episodio de su pasado, envuelto en la niebla entre la realidad y lo imaginado, que lo sitúa frente a una parte de su vida olvidada en el devenir de los años. ¿Qué ocurrió con el director de la sucursal del Banco Hispano Americano al que fue a visitar una mañana de su infancia junto a su madre? ¿Y con su amigo de la universidad, Alberto?
Juan José Millás aborda en esta historia, pertida y honda al tiempo, el misterio de la identidad, los límites de la ficción y el poder de la literatura para dar forma a lo real. Ese imbécil va a escribir una novela supone un salto mortal de Millás como narrador, que juega con el lector en estas páginas como un ilusionista, un mago de la palabra, un deslumbrante prestidigitador.
Emma Woodhouse, la hija de un rico terrateniente, se muda al pequeño pueblo de Hartfield. Aburrida de su plácida vida junto a su padre, se dedicará en cuerpo y alma a su pasatiempo favorito: hacer de casamentera entre sus conocidos y jugar con sus vidas a su antojo. Sólo George Knightley será capaz de enfrentarse a Emma y criticar duramente su comportamiento, lo que provocará una deliciosa pugna entre ambos.
Él sabe que no puede tenerla. Ella, por más que se resista, que él es su debilidad.
Vera nunca ha querido comprometerse.
No ha tenido buenas experiencias con el amor y prefiere mantenerse alejada de un sentimiento que solo le ha traído sufrimiento. Sin embargo, todo cambia la noche que lo conoce a él y su mundo empieza a tambalearse.
César también ha sufrido.
Su última relación terminó de la peor manera posible, pero en el fondo no ha perdido la esperanza de volver a sentir ese cosquilleo en el pecho cuando llegue el momento. Y eso es justo lo que cree cuando el destino le pone en su camino a la chica menos esperada.
14 horas es cuanto necesitaban para descubrirse el uno al otro.
Pero ninguno imaginó lo caprichoso ―y cruel― que podía llegar a ser el universo.
Proust fue uno de los primeros novelistas en tratar por extenso la homosexualidad de hombres y mujeres y considerarla parte de la vida humana, donde en su tiempo se desplegaba secretamente en una duplicidad a la vez psicológica y social. Gran parte de Sodoma y Gomorra (1921-1922) gira en torno al barón de Charlus, ignorante de que sus inclinaciones son un secreto a voces, pero que deslumbra con su linaje, que se remonta a los principios de la historia de Francia, a los jóvenes «inferiores» con los que se relaciona y le causan no pocos disgustos. Pero gira también en torno a Balbec y a Albertine, al «andar persiguiendo fantasmas» de un narrador que avanza en «el camino funesto y destinado a resultar doloroso del Saber». En La prisionera (publicada póstumamente en 1923), el narrador se lleva a Albertine a vivir a su casa en París y la vigila constantemente, buscando en las frases más insignificantes, en los silencios, en las contradicciones, indicios de que le es, ha sido o será infiel.
Lila Kennedy no puede más. Un matrimonio roto, dos hijas rebeldes, una casa que se cae a pedazos y un padrastro rozando la tercera edad que parece haberse mudado con ellas como quien no quiere la cosa. Para rematarlo todo, su carrera como escritora está en caída libre y su vida amorosa es... complicada.
De modo que cuando su verdadero padre, al que apenas ha visto desde que se marchó a Hollywood hace treinta y cinco años, aparece de repente en su puerta, Lila siente que es la gota que colma el vaso. Pero resulta que la familia a la que pensaste que nunca perdonarías podría tener algo que enseñarte... sobre el amor y sobre lo que de verdad significa ser una familia.