Jonathan Harker viaja a Transilvania para cerrar un negocio inmobiliario con un misterioso conde que acaba de comprar varias propiedades en Londres. Después de un viaje plagado de ominosas señales, Harker es recogido en el paso de Borgo por un siniestro carruaje que lo llevará, acunado por el canto de los lobos, a un castillo en ruinas. Tal es el inquietante principio de una novela magistral que alumbró uno de los mitos más populares y poderosos de todos los tiempos: Drácula.
En el verano de 1816, el poeta Percy B. Shelley y su esposa Mary se reunieron con Lord Byron y su médico en una villa a orillas del lago Leman. A instancias de Lord Byron y para animar una velada tormentosa, decidieron que cada uno inventaría una historia de fantasmas. La más callada y reservada, Mary Shelley, dio vida así a quien sería su personaje más famoso: el doctor Frankenstein. Al cabo de un año completaría la novela.
Hay libros capaces de cambiar el mundo. El arte de la prudencia es uno de ellos. En él, aún cuatro siglos después, encontramos enseñanzas sobre asuntos cruciales de nuestra vida cotidiana, desde cómo elegir amigos que no sean unos completos idiotas hasta cómo sobrevivir en la selva humana del trabajo sin ser devorados por jefes incompetentes.
Política, trato social, discreción, diplomacia, cómo fingir, cómo callar, cómo saber retirarse a tiempo… La prudencia es una mezcla bien escogida de discreción, cálculo y picardía, y cultivar su arte nos mejora la vida desde lo más intrascendente hasta lo más elemental.
En estos trescientos aforismos, Baltasar Gracián condensa toda su sabiduría: sus páginas enseñan a vivir con lucidez en un mundo donde los ingenuos son devorados.