Una fascinante puerta de entrada tanto al oscuro universo de H. P. Lovecraft como a la mordaz prosa de Michel Houellebecq.
Michel Houellebecq descubrió los cuentos de Howard Phillips Lovecraft con dieciseis años y volvió a menudo a los grandes textos del maestro del terror cósmico. ¿Que tenía Lovecraft como para provocar aquella fascinación en alguien aparentemente tan ajeno a los mitos de Cthulhu? La respuesta a esta pregunta guía un profetico ensayo en el que la visión de Houellebecq sobre el oficio de la escritura ilumina tanto la obra del autor estadounidense como su propio trabajo.
Esta novela, farsa negra o tragedia rosa, proyecta la condición humana, vulnerada e inerme, sobre un degradado local nocturno madrileño donde desfilan cupletistas venidas a menos, policías, tipos grises e incluso algunas almas cándidas como la solterona Antonia y su hermano.
Desde el asiento número nueve, Poirot está idealmente ubicado para observar a los demás pasajeros del avión. A su derecha se sienta una mujer joven, claramente enamorada del hombre de enfrente. Más adelante, en la butaca número trece, se encuentra una condesa con una pasión por la cocaína mal disimulada. Al otro lado del pasillo, en el asiento ocho, una abeja agresiva molesta a un escritor de novelas de detectives. Sin embargo, Poirot no se da cuenta de que, detrás suyo, en la segunda butaca, se halla el cuerpo sin vida de una mujer.