Atravesada por la memoria olfativa y bañada por la luz de Asturias, El verano que volvimos a Alegranza es una novela evocadora que nos recuerda que las buenas historias, igual que los buenos perfumes, siempre son necesarias.
Leandra es editora en una revista de moda con sede en Madrid. A sus treinta y cinco años se ha alejado de su marido, ha perdido la ilusión por su trabajo y ha presenciado la muerte de su tía Valentina en circunstancias dramáticas. En busca de respuestas a la crisis existencial en la que se halla inmersa, decide pasar un verano en Alegranza -la casa de indianos que construyó su abuelo Tomás en el pueblo asturiano de Colunga- y aceptar el reto de Jean-Luc Peltier, un prestigioso perfumista al que ha entrevistado: elaborar un perfume que la ayude a definirse a sí misma. Mientras bucea en sus recuerdos de infancia, impregnados de rosa silvestre, hortensia o madreselva, Leandra irá desvelando las distintas capas de secretos que, como los ingredientes de una fragancia, componen la historia de su familia.
En La naturaleza de la bestia, la undécima entrega de la popular y aclamada serie dedicada a Armand Gamache, el ex inspector jefe de homicidios de la Sûreté du Québec debe abandonar su tranquila vida de jubilado en Three Pines para investigar la desaparición de un niño. El caso destapa una serie de sucesos que conducen a un asesinato y que, a su vez, nos guían hasta un antiguo crimen: a lo mejor el monstruo que hace veinticinco años llegó a Three Pines y sembró la desgracia entre la población ha regresado.
Con su maestría habitual, Penny aborda el lado más oscuro de la naturaleza humana a través del inexorable dilema moral que supone creer o no creer las fantasías del chico Laurent Lepage, a sabiendas de que la maldad anida incluso en los lugares más inesperados.
Los diarios de Stefan Zweig comprenden cerca de treinta años de la vida del escritor, y por su espontaneidad son un documento irremplazable, además de un gran contrapunto a su autobiografía El mundo de ayer. Las páginas de este volumen, a menudo dictadas por la urgencia del momento pero tan lúcidas como sus textos más elaborados, nos descubren el día a día del escritor en Viena, París, Zúrich o Berna—donde cultivó la amistad de otros intelectuales, como Émile Verhaeren, Romain Rolland y Rainer Maria Rilke—, o la fascinación que le produjeron dos ciudades americanas como Nueva York y Río de Janeiro. Pero tambien nos revelan el íntimo horror que supuso para Zweig la Gran Guerra y, dos decadas despues, la deriva totalitaria y antisemita del continente y el ascenso del nazismo, que lo empujaron a buscar desesperadamente un refugio lejos del descorazonador hundimiento de Europa. Estos diarios nos brindan una vez más la voz del gran cronista del mundo de ayer, que en muchos momentos parece seguir revelándonos el de hoy y tal vez incluso el del mañana.