«Viví así, solo, sin nadie con quien hablar verdaderamente, hasta que tuve una avería en el desierto del Sáhara, hace seis años. Algo se había roto en mi motor. Y como no tenía conmigo ni mecánico ni pasajeros, me dispuse a realizar, solo, una reparación difícil. Era, para mí, cuestión de vida o muerte.
Tenía agua apenas para ocho días.
La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de toda tierra habitada. Estaba más aislado que un náufrago sobre una balsa en medio del océano. Imaginaos, pues, mi sorpresa cuando, al romper el día, me despertó una extraña vocecita que decía:
-Por favor..., ¡dibújame un cordero!».
Virreinato del Perú, 1623. En una noche negra como ninguna otra, el demonio se hizo carne en la Ciudad de los Reyes cuando, en el convento de Santa Clara, una novicia dio a luz a una horripilante bestia de dos cabezas, lengua bífida y ocho extremidades. El nacimiento del engendro coincide con la aparición en la capital de una mujer de nombre Rosa, quien, se dice, es capaz de hablar con Dios y con el Diablo. Bruja o santa, se ha convertido en objetivo del Santo Oficio, que no descansará hasta revelar las verdaderas intenciones de la joven, así como su posible relación con el parto demoniaco y los terribles hechos que se desencadenarán con él.
En una ciudad enlodada por el crimen y la corrupción, asolada por malos augurios y vientos de incertidumbre, Alonso Morales, un novato alguacil del Santo Oficio, dará testimonio de la llegada del Maligno en tanto descubre cuán difícil es distinguir los caminos que separan el bien del mal.
Algo pone el mundo de Alexis Montgomery patas arriba. La causa: Daniel Grant, un carpintero ridículamente sexy, diez años más joven que ella y tan informal como parece. Todo lo contrario de la sofisticada chica de ciudad que es Alexis. Y, sin embargo, la química entre ambos es innegable.
Si bien los millonarios padres de Alexis quieren que ella continúe con el legado familiar y se convierta en una cirujana de renombre mundial, Alexis no parece necesitar ni gloria ni fama. Le parece bien con llegar a ser una doctora de urgencias.
Y cada minuto que pasa con Daniel descubre lo que realmente es importante. Sin embargo, dejar que su relación se convierta en algo más que en una aventura a corto plazo significaría darle la espalda a su familia y renunciar a la oportunidad de ayudar a miles de personas.
Llevar a Daniel a su mundo es imposible y, a la vez, tampoco puede renunciar a la alegría que ha encontrado a su lado.
Amelia Rose, más conocida como Rae Rose por sus fans, está cansada de ser la princesa del pop. Así que, inspirada por su peli favorita de Audrey Hepburn, Vacaciones en Roma, conduce durante horas para llegar a Roma…, la de Kentucky, claro.
Cuando Noah Walker se encuentra a la cantante frente a su casa con el coche averiado, le deja claro que no puede ayudarla, porque bastante tiene con sacar adelante la pastelería que le ha dejado su abuela y mantener a raya a los cotillas de sus vecinos. No obstante, en contra de su buen juicio, permite que Rae Rose se quede en la habitación de invitados hasta que pueda largarse.
Sin embargo, poco a poco Noah descubre que detrás de la fachada de fama de Rae Rose está Amelia, una mujer irresistible y auténtica por la que no puede evitar sentirse atraído.
Amelia no tarda en dejarse seducir por el encanto de Roma y por su huraño anfitrión…, pero, aunque su corazón se siente como en casa por primera vez en mucho tiempo, incluso Audrey tuvo que volver a casa al final de la película. ¿O no?
Querido Santa:
Todo lo que quería esta Navidad era estar en Nueva York y besar a un tío bueno en Nochevieja o, al menos, terminar la novela romántica que estoy escribiendo. Lo que no estaba en mi lista de deseos era heredar el Polaris, el bed and breakfast de mi familia, después de que lo destruyera un incendio. Y menos aún compartirlo con Jack Halliday, mi exnovio, ahora bombero y manitas oficial de Sunnyside, el encantador pueblecito de California al que juré no regresar.
Jack está empeñado en completar la reforma del Polaris, reabrirlo antes de Nochebuena y convertirse en el salvador del espíritu navideño. Y yo, querido Santa, lo único que quiero es venderlo, deshacerme de los recuerdos y perder de vista al hombre que me rompió el corazón.
Los espectadores que en 1983 fueron a ver El sur, el clásico de Víctor Erice, se enfrentaron a dos enigmas sobre el origen. El primero, el del pasado del padre de la narradora, quedó irresuelto cuando el productor cortó el rodaje antes de viajar al sur en busca de respuestas. El segundo alude al origen de la propia película, que parte de un «guión de Víctor Erice basado en un relato de Adelaida García Morales»: un relato escrito en 1981 que por entonces aún permanecía inédito. Su publicación en 1985, acompañado por Bene, supuso un descubrimiento doble: no solo revelaba al fin los misterios del sur (o una de sus versiones posibles), sino también a una escritora magnética, personalísima, que transmutaba sus recuerdos de infancia (he ahí otro enigma sobre el origen) con una alquimia embrujada de secretos y silencios; la relación entre padre e hija de su relato, más convulsa y equívoca que la de la versión truncada de la película que llegó a estrenarse, se funda en una suerte de condena compartida, y se recorta sobre un escenario fantasmagórico, casi gótico.