Un joven abogado ingles instalado en Singapur recibe la visita de su amigo Robert Crosbie, propietario de una plantación de caucho. El empresario está muy alterado porque su esposa, Leslie, ha sido arrestada por el asesinato de Geoffrey Hammond, capataz de la plantación y amigo de la familia, y quiere pedir al abogado que se encargue de su defensa. A priori no parece un caso muy complicado, especialmente cuando Leslie alega que, la noche del asesinato, Geoffrey va intentó abusar de ella aprovechándose de que estaba sola en la casa de la plantación. Además, el testimonio de Leslie, tan tranquila y sensata, parece muy convincente, o al menos esa es la impresión del abogado hasta que aparece una carta.
En 1970, Jim Harrison tiene la edad con la que murió Cristo y lleva encima la cruz del alcoholismo y la depresión. Primero perdió un ojo y luego a su hermana del alma y a su padre, arrollados por un conductor borracho. Está cansado de ganarse el pan dando clases de Literatura a chavales pijos de la Costa Este, de modo que lee a Lorca y a Rimbaud como si la vida se le fuera en cada verso y sale a pescar a lugares remotos como si así pudiera alejarse de sí mismo. Hasta que un día tiene un accidente en la montaña: cae por un acantilado y se destroza la columna vertebral. Deberá guardar cama durante meses y no está claro que vuelva a caminar. Podría ser el final.
O el principio. Harrison pasó los dos meses siguientes postrado y escribiendo día y noche en la vieja Remington de su padre. El resultado fue «Lobo», una novela arrolladora, furiosa y bellísima, por momentos brutal, y lúcida en cada línea. En palabras del propio Harrison, «Lobo» (subtitulada «Unas memorias falsas») «es la historia de un hombre joven que ha hecho demasiadas imbecilidades en su vida y se retira a los bosques para encontrarse a sí mismo y, sobre todo, para encontrar un lobo». En ella descubrimos los grandes temas del mejor Harrison: la celebración de la naturaleza y la crítica a la degradación del mundo salvaje bajo el imperio del capital, los personajes heridos de muerte por la soledad, eternos vagabundos y marginales, desencantados con el progreso de una civilización ciega y enfebrecida, que buscan en el whisky, la marihuana y el sexo al menos un instante de sosiego. Pero lejos de idealizar esa naturaleza en la que parece refugiarse, Harrison hace brotar de sus profundidades toda la violencia y el miedo que alberga su alma. Un lobo siempre será un lobo.
Han pasado seis meses desde la muerte de mi madre. No he sido capaz de afrontarla hasta que un desconocido, que ha aparecido en mi vida de manera sorprendente, me ha apremiado para que resuelva los asuntos pendientes. He de aceptar una herencia que, aunque resolverá mi vida, me atará definitivamente a la de mi familia. No estoy segura de que perder mi independencia sea lo que quiero. Además, esto no implica simplemente firmar unos papeles en el notario, no. Primero he de instalarme en su casa durante tres meses y seguir las instrucciones que me ha dejado en seis cartas. ¿Por qué tanto misterio? ¿Quién es Paul Dombasle, el hombre que, también fallecido, me ha traído hasta París para hacerme un regalo extremadamente valioso? ¿Y mi madre? ¿Quién era realmente mi madre?
Con estas preguntas, comienza para Miranda Herrera un camino lleno de misterio, descubrimiento, peligro y «días rojos» —esos en los que de repente tenemos miedo y no sabemos por qué—, que la llevará, a través de las extraordinarias vidas de su madre y de su abuela, al amor sin ataduras ni convenciones que tantos se empeñan en negar.
Desde finales del siglo XIX y hasta los años cincuenta del siglo pasado, las jóvenes más humildes de los valles del Pirineo navarro y aragonés cruzaban a pie las montañas para trabajar en las fábricas de alpargatas del lado francés. Como las golondrinas, marchaban en octubre y regresaban en primavera, llenas de ilusión y cargadas de telas y enseres para el ajuar que constituiría su aportación a un futuro matrimonio.
Esperanza Ayerra es biznieta de Esperanza, una golondrina que cruzó los Pirineos en 1913 y a la que la mayor contienda mundial robó su porvenir. Es nieta de Esperanza, conocida como Perla, que no tuvo padre, ni marido, por el cruel destino de una España dividida. Es hija de Espe, una mujer que se tragó sus penas y a la que la historia dejó sin aire. Es el fruto de la frontera entre dos países que se alejan y se acercan cuando sus pobladores se enamoran.
Ganadora del Premio Pulitzer (2011) y elegida como uno de los mejores libros de la década por la revista Time, esta novela está compuesta por trece historias interconectadas que giran alrededor de la vida de Bennie Salazar, antiguo rockero punk envejecido y ejecutivo discográfico, y Sasha, su apasionada y problemática asistente. Una historia generacional con múltiples caídas que abordan desde la contracultura de San Francisco en los años setenta hasta el hastío de los noventa y la incertidumbre posterior al 11S.
Con la música palpitando en cada página, Egan muestra los efectos del tiempo y la tecnología en las personas, así como las transformaciones que provocan en nuestras vidas.
Me llamo Billie, tengo veinte años y soy la hija del embajador de Estados Unidos en Francia.
Siempre me he sentido atrapada en mi propia vida, y la situación empeoró tras la muerte de mi madre, ya que mi padre se volvió obsesivo con mi seguridad y me asignó dos guardaespaldas en lugar de uno: Aaron y Caleb.
Nuestra estancia en París está a punto de terminar y pronto regresaremos a Nueva York. Aaron y Caleb han aceptado viajar con nosotros, y la verdad es que me alivia mucho porque, a pesar de que no soporto tener a alguien siguiéndome todo el día, me he encariñado de Caleb.
Aunque he de reconocer que desde que he conocido a Thomas, un apuesto estudiante de Princeton que está de vacaciones en París, Caleb se está comportando de un modo muy extraño y excesivamente sobreprotector.
Pero no quiero que se le plantee la duda de si ir a Nueva York será la mejor opción para él. Caleb es parte de las pocas cosas buenas de mi vida. Su amistad es más importante que cualquier estúpido sentimiento de celos. No puedo dejar que eso ponga en peligro nuestro vínculo especial.
Menos mal que, afortunadamente, sé cómo manejar la situación.