Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) pertenece a la primera generación de los poetas románticos ingleses, junto con su amigo William Wordsworth. Ambos se dieron a conocer con las célebres "Baladas líricas" (1789), donde ya se señalaban diferencias entre ellos: el uso del lenguaje coloquial en Wordsworth y la primacía de la imaginación en Coleridge. Esta edición ofrece por primera vez al lector de habla española la poesía completa de Coleridge. Del más conocido al más insólito, este libro reúne los diversos poetas que fue el autor: aquí hallaremos al Coleridge visionario (el de, por ejemplo, "Kubla Khan") junto al menos conocido de las "circunstancias trascendidas", irónico y cercano. En suma, como el mismo poeta expresó: "Con mis escritos no perseguí la gloria ni ningún beneficio.
Claire Lidman falleció catorce años atrás, pero Samuel, su marido, siempre se ha negado a aceptarlo. Cuando un buen día cree reconocer su perfil en una fotografía tomada delante de la basílica de San Marcos, en Venecia, recurrirá al profesor de Psicología Hans Rekke y la policía Micaela Vargas en busca de ayuda. Los dos se muestran escépticos al principio, pero Rekke descubre indicios sorprendentes. ¿Es posible que Claire siga viva? ¿qué la llevó a desaparecer? ¿O sólo quieren aceptar el caso como excusa para seguir trabajando juntos?
Cuando hablamos de sexo, hablamos de feminidad y maternidad, infidelidad y explotación, consentimiento y respeto, justicia e igualitarismo, amor y odio, placer y dolor.
Y, sin embargo, por muchas razones —algunas complicadas, otras no—, muchas de nosotras no hablamos de ello. Nuestros miedos y fantasías más profundos e íntimos permanecen encerrados en nuestro interior, hasta que llega alguien con la llave.
En Quiero, Anderson expone sin filtros las cartas anónimas de cientos de mujeres con realidades de lo más variadas: desde una mujer sij que escribe sobre su deseo secreto por su cuñado hasta una mujer apache que quiere ser adorada como una criatura divina; desde una mujer blanca británica que solo quiere que la besen como es debido por última vez a otra a quien le gusta jugar a ser una pantera, pasando por una hispanojudía radicada en Bangladesh cuyo culmen de excitación sexual es el pomo de una puerta.
Barcelona, 1945. Nil Roig es un chiquillo que se pasa el día en bicicleta transportando de un cine a otro viejas bobinas de películas. El día de su decimotercer cumpleaños es testigo de un crimen cometido en el portal de su casa. Mientras el asesino huye después de haberlo amenazado de muerte en caso de no mantener la boca cerrada, el moribundo le entrega el misterioso cromo de un actor de cine de la época; un objeto perseguido y anhelado por un excomandante de la Gestapo y un policía sin escrúpulos. El hecho de que el moribundo le dé el cromo a Nil pronunciando el nombre de David, el padre desaparecido del muchacho, arrastrará a este a resolver un secreto del pasado por el que pagará un alto precio.
En la antigua Nínive, a orillas del río Tigris, durante la época de mayor esplendor de Mesopotamia, el culto y despiadado rey Asurbanipal erigió una magnífica biblioteca para atesorar su preciada colección de tablillas, como las de La epopeya de Gilgamesh. El monarca está a punto de quemar vivo a su viejo maestro, aquel que le inculcó el amor por la poesía, pero que ha terminado por traicionarlo. Pronto el Imperio asirio se derrumbará y quedará sepultado.
Flavia de Luce has taken on the mentorship of her odious moon-faced cousin Undine, who has come to live at Buckshaw following the death of her mother. Undine’s main talent, aside from cultivating disgusting habits, seems to be raising Flavia’s hackles, although in her best moments she shows potential for trespassing, trickery, and other assorted mayhem.
When Major Greyleigh, a local recluse and former hangman, is found dead after a breakfast of poisonous mushrooms, suspicion falls on the de Luce family’s longtime cook, Mrs. Mullet. After all, wasn’t it she who’d picked the mushrooms, cooked the omelet, and served it to Greyleigh moments before his death? “I have to admit,” says Flavia, an expert in the chemical nature of poisons, “that I’d been praying to God for a jolly good old-fashioned mushroom poisoning. Not that I wanted anyone to die, but why give a girl a gift such as mine without giving her the opportunity to use it?”