Las fábulas ideadas por Herbert George Wells (1866-1946), uno de los padres, acaso el más notable, de la ciencia ficción, han demostrado a lo largo del tiempo mantener un vigor y tocar unos resortes del inconsciente humano que a menudo las han elevado a iconos del mundo moderno. "La guerra de los mundos" (1898), relato trepidante que narra la invasión de la Tierra por los marcianos y que supuso por primera vez la irrupción de seres de otros planetas en el nuestro, marcó en buena medida la fantasía del siglo XX y abrió un filón (el del contacto de los hombres con seres extraterrestres) que no tardó en convertirse en uno de los más importantes de la ciencia ficción, sirviendo de inspiración a numerosos artistas posteriores en los ámbitos de la radio, el cine, la literatura, el cómic y la televisión.
Habitamos un tiempo crepuscular: crisis económicas, guerras, pandemias, malestar cultural... Asistimos al auge de discursos políticos asentados sobre la melancolía y la nostalgia de un pasado que fue mejor, incapaces de efectuar una interpretación con sentido del propio presente. Un futuro cancelado y un pasado que echamos de menos. En todos ellos se observa un repliegue de impotencia reaccionaria, agravio y resentimiento. Y, por encima de todo, una necesidad punzante: volver a casa.
Hoy, se da una respuesta melancólica a ese malestar que recorre la derecha y la izquierda. En El tiempo perdido, con la ayuda de Proust y algunos filósofos y filósofas, Clara Ramas nos propone una salida diferente. El melancólico se aferra al objeto amado y quiere volver a una Edad Dorada ―la patria, el orden, los roles de género y de clase, la vida mejor de nuestros padres, la Transición, la Tradición―. Pero el retorno es imposible para nosotros, seres finitos, hablantes y modernos. Estamos siempre de camino, pero nunca del todo en casa. Pese a todo, quizás existe una milagrosa posibilidad de «recobrar el tiempo», pero ciertamente no será la que prometen los nuevos melancólicos y las fuerzas reaccionarias.
Bill Gray era mi mejor amigo y me enamoré de su madre. Puede que amor sea una palabra demasiado fuerte, pero no conozco ninguna más suave que pueda aplicarse.» Así comienza esta magistral novela, uno de los acontecimientos literarios del año.
Alexander Clave es un viejo actor de teatro que recuerda su fugaz e intenso primer amor. Un rodaje cinematográfico le llevará a intimar con una joven y popular actriz cuya vida se ha asomado al abismo y al inesperado hallazgo de respuestas acerca del destino final de las mujeres que marcaron a fuego su vida.
La realidad debe ser otra cosa, a lo mejor otra cosa peor, más mala, algo atroz, en fin, como la respiración un poco agónica del hombre invisible que también soy yo».
Un alto ejecutivo se queda en paro y decide rehacer su vida al margen de todo lo que le rodea, contando con su imaginación como única aliada. A partir de ahí, y desde el mayor de los sarcasmos, vivirá como una aventura fantástica cualquier hecho cotidiano. El protagonistacrea un mundo propio, unas veces siendo él mismo, otras haciéndose pasar por otro. Otro que actúa con la insolencia y el respaldo de la locura más cuerda.
Un apasionante juego de encuentros y desencuentros con el amor, la soledad, el sexo, la amistad..., con la vida y la muerte, en definitiva. Mucho más que una novela, Tonto, muerto, bastardo e invisible es también una crítica a nuestra sociedad, hilvanada con un lenguaje lúcido y brillante.
Julián es un joven sacerdote que abandona su Santiago natal para ejercer de capellán en los Pazos de Ulloa. Allí encuentra un mundo primi-tivo y brutal, muy alejado de sus expectativas. La de los Ulloa es una casa en decadencia, donde reinan la lujuria y la deslealtad. Guiado por su ingenuidad, Julián se propondrá devolver los Pazos a la vida noble y cristiana, una iniciativa que tendrá consecuencias inesperadas. Emilia Pardo Bazán escribió Los Pazos de Ulloa cuando ya era una autora consagrada y en ella ensayó el naturalismo por el que abogaba. Un magnífico estudio de ambientes y personajes que hizo de esta la obra cumbre de la gran dama de las letras españolas.
Hace ya tiempo que Emmanuel Carrère ha acostumbrado a sus lectores a esperar de él lo inesperado, y en esta obra monumental, casi diríamos épica y sin duda radical, aborda nada menos que la fe y los orígenes del cristianismo. En sus páginas se entrecruzan dos tramas, dos tiempos: la propia vivencia del autor, que abraza la fe en un momento de crisis personal marcado por una compleja relación amorosa y el abuso del alcohol, y la historia de Pablo el Converso y de Lucas el Evangelista. Dos historias entrelazadas sobre la fe en las que se suceden abundantes personajes, episodios y reflexiones.
Lo que a Carrère le interesa del cristianismo es su mensaje de transgresión de lo establecido y la desmesura de la fe. Y este libro provocador y deslumbrante es una indagación rabiosamente contemporánea sobre el cristianismo que nos habla de la perplejidad, el dogma, la duda, la redención y la construcción de una fe con mensajes rupturistas y extraños rituales.