La vida tiende a ser así: una gota, una gota, una gota, una gota, y luego nos preguntamos, perplejos, cómo es que estamos empapados.
Estela deja a su madre en el sur para trabajar en la casa de una familia en Santiago de Chile y allí se queda los siguientes siete años, limpiando y criando a una niña acosada por la ansiedad, cuya muerte conocemos al comienzo de la novela.
Como en una tragedia griega, la tensión crece en cada página, con cada personaje o elemento: la perra callejera, las ratas, la confesión inconfesable del «señor», la aparición de Carlos, el veneno, la pistola, hasta un desenlace tan poderoso como inevitable.
Karl Marx dejó tras de sí un impresionante legado teórico y una descendencia extensa. Dejó también un vástago adicional, hijo de la criada de la casa, al que nunca quiso reconocer y que entregó a su compañero, Engels. A través de otra hija bastarda de Marx, fruto de la aventura con una aristócrata rusa, Clara Obligado retrata toda una educación amorosa y sexual —no hay variante que no encuentre su preciso y sugerente relato—, y conforma el fresco detallado de una época espléndida. ¿Y si la aristocracia rusa en el exilio, en lugar de hacer la revolución política, hubiera iniciado una revolución sexual? ¿Y si la Historia, en lugar de contarse en masculino, se hubiera contado en femenino?
La hija de Marx es un prodigio literario lleno de imaginación, documentación rigurosa (modelos de consoladores incluidos), erotismo e ironía; una crónica aguda y suntuosa de los destinos de aquellas mujeres que rodearon a los revolucionarios, utopistas y reformadores del cambio de siglo.
El lector encontrará los relatos tempranos de García Márquez recogidos bajo el título Ojos de perro azul, donde se incluye «Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo», célebre texto que puso los cimientos del gigantesco edificio, tan imaginario como real, de lo que acabaría siendo el espacio literario más poderoso de las letras universales de nuestro tiempo: Macondo. Con Macondo se inauguraron los años del realismo mágico y de los personajes inmersos en el mundo denso y frutal del Caribe americano. De esta etapa, en plena madurez del autor, son sus siguientes libros de cuentos: Los funerales de la Mamá Grande, donde se narran las fastuosas exequias de la auténtica soberana de Macondo, y La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Los relatos más recientes, los Doce cuentos peregrinos, trasladan el escenario a la vieja Europa para hablarnos de la suerte de los latinoamericanos emigrados, de su melancolía y su tenacidad.
Cuarenta y un relatos imprescindibles que recorren la trayectoria del autor de Cien años de soledad y que constituyen un impresionante legado para la literatura universal.
Aclamado por el pueblo como Libertador, blanco de numerosas conjuras políticas y militares, héroe romántico y hasta libertino para sus detractores y sus partidarios, idealista íntegro y abandonado que contempla las ruinas de su sueño de unidad de los pueblos americanos, tras la independencia del dominio español Simón Bolívar emprende -enfermo, con un menguado séquito- el que será su viaje final. Parte desde Bogotá para seguir el curso del río Magdalena. Su viaje será el último en un doble sentido: le proporciona oportunidades para considerar los pasos que ha dado en su agitada vida y, al tiempo, la gravedad de sus dolencias apresta en varios meses su encuentro con la muerte.
El pulso magistral de Gabriel García Márquez refiere hasta en sus detalles mínimos la inmensa aventura que, impulsada por la voluntad de Bolívar, transmutó el destino de América.
Acaso sea Crónica de una muerte anunciada la obra más «realista» de Gabriel García Márquez, pues se basa en un hecho histórico acontecido en la tierra natal del escritor. Cuando empieza la novela, ya se sabe que los hermanos Vicario van a matar a Santiago Nasar -de hecho, ya le han matado- para vengar el honor ultrajado de su hermana Ángela, pero el relato termina precisamente en el momento en que Santiago Nasar muere.
El tiempo cíclico, tan utilizado por García Márquez en sus obras, reaparece aquí minuciosamente descompuesto en cada uno de sus momentos, reconstruido prolija y exactamente por el narrador, que va dando cuenta de lo que sucedió mucho tiempo atrás, que avanza y retrocede en su relato y hasta llega mucho tiempo después para contar el destino de los supervivientes. La acción es, a un tiempo, colectiva y personal, clara y ambigua, y atrapa al lector desde un principio, aunque este conozca el desenlace de la trama. La dialéctica entre mito y realidad se ve potenciada aquí, una vez más, por una prosa tan cargada de fascinación que la eleva hasta las fronteras de la leyenda.
Con nueve años, Halberstadt le dice a su mejor amigo que va a abandonar la Unión Soviética, a lo que este responde entristecido: "Ya no podrás morir por tu país". Años después, el autor indaga en el pasado para dar respuesta a sus miedos irracionales, bloqueos emocionales y pesadillas recurrentes. De Moscú a Ucrania, de Lituania a Nueva York, lo personal es indiscutiblemente político en una narración a la vez divertida y aterradora. Los recuerdos de su abuelo de la KGB, las migraciones de su familia judía, las peleas de sus padres en el Moscú de los 70 y, finalmente, su propia experiencia: la de un niño que crece a caballo entre el Tío Sam y la Madre Patria, que carga con el miedo de tres generaciones, y que encuentra la forma de vengarlos de la mejor manera posible: viviendo y recordando.