Hércules Poirot nunca habría pensado tener que visitar al dentista dos veces en un día. El motivo de la segunda visita fue, no obstante, bien distinto al de la primera. El famoso detective acude esta vez para examinar el escenario de un aparente suicido, el del dentista, cuyo cuerpo ha sido hallado en la consulta.
¿Por qué decidiría un dentista de éxito acabar con su vida en plena jornada? ¿Cuál es la relación de uno de los pacientes del doctor con su muerte? Le corresponde a Poirot llegar al fondo de la cuestión.
Una obra fascinante que describe los infiernos y los paraísos del amor y dibuja un rico mosaico histórico sobre la asombrosa aventura de la existencia.
Sabido es que hay amores que matan. Y en Pasiones, Rosa Montero da fe de ello a través de la descripción de dieciocho grandes idilios de todas las épocas. Son historias de pasiones famosas, solitarias o compartidas, de desgracias eternas y felicidades más bien pasajeras.
La autora nos acerca así a las intensas relaciones que vivieron desde Marco Antonio y Cleopatra hasta Juana la Loca y Felipe el Hermoso, desde Eva Duarte y Juan Perón hasta John Lennon y Yoko Ono o como la de Lewis Carroll por la niña Alice Liddell.
Con estos dos relatos Stephen King accede a los niveles más profundos -y más inquietantes- de la mente humana.
«Esperanza, primavera eterna»: a los veinte años le internaron en prisión, y ahora se encarga de conseguir a los otros internos todo lo que le soliciten, sea lo que sea. También es capaz de concebir el plan más increíble para lograr escapar, aunque tenga que recurrir a la mismísima Rita Hayworth...
En este relató se basó Frank Darabont para su famosa película Cadena perpetua.
Dos terroríficas historias que confirman a Stephen King como un maestro indiscutido en reflejar esa barrera invisible donde se traspasan los límites de la razón, la moral o el bien para dejar paso al instinto más primitivo, donde el hombre da rienda suelta a las pasiones más inconfesables e inquietantes, pero no por ello menos reales.
«El otoño de
Mansfield Park encompasses not only Jane Austen’s great comedic gifts and her genius as a historian of the human animal, but her personal credo as well—her faith in a social order that combats chaos through civil grace, decency, and wit.
At the novel’s center is Fanny Price, the classic “poor cousin,” brought as a child to Mansfield Park by the rich Sir Thomas Bertram and his wife as an act of charity. Over time, Fanny comes to demonstrate forcibly those virtues Austen most admired: modesty, firm principles, and a loving heart. As Fanny watches her cousins Maria and Julia cast aside their scruples in dangerous flirtations (and worse), and as she herself resolutely resists the advantages of marriage to the fascinating but morally unsteady Henry Crawford, her seeming austerity grows in appeal and makes clear to us why she was Austen’s own favorite among her heroines.