Montse, Julia y Juana son tres amigas españolas que residen en Londres. Para olvidarse de su estresante día a día (y para ayudar a que Montse supere la ruptura con un novio traicionero), escapan de viaje de chicas a Edimburgo.
Las mágicas tierras escocesas las sorprenderán más de lo que esperaban y cambiarán el rumbo que tenían planificado por uno mucho más tentador. Y, aunque allí donde van a ir a parar no tendrán ni crema de manos ni cobertura del móvil, a cambio encontrarán un castillo, highlanders apasionados e, incluso, un eterno amor que nunca se apaga.
Ahí, al otro lado, en el camino, escucha la lengua secretos que yo no debo conocer y los transmite a otros que no quieren oírlos. ¿Por qué no se quedó conmigo, al margen, por qué se separó de mí? Está en el vacío. El vacío es el camino. Y yo me encuentro incluso al margen del vacío.¿Cómo consigo que todas estas palabras mías digan algo que pueda decirnos algo? No con el mero hecho de que yo hable. Es que no puedo hablar.*Existe una profunda relación entre la cita y los muertos. A través de ella se establece un misterioso diálogo entre vivos y muertos. Todo le es propio y, al mismo tiempo, ajeno. La cita apuntala y refuerza y, por tanto, hace aparecer no solo lo citado sino también al citado, lo hace comparecer.
Sicilia, 1901. Una plaga de cólera acecha el pequeño pueblo de Palizolo, cuya población, aterrada, le achaca su llegada a una serie de sucesos aparentemente inexplicables. Sin embargo, no será hasta que el humilde abogado de los más desfavorecidos, Matteo Teresi, denuncie desde las páginas de su periódico las prácticas delictivas de un grupo de hombres poderosos, que se hacen llamar a sí mismos «la secta de los ángeles», cuando sus ciudadanos podrán dormir de nuevo tranquilos.
El maestro Camilleri se basa en un hecho histórico para tejer una trama de novela policiaca, iluminada por su habitual ironía y por un sarcasmo irreverente. Sacristías, salones palaciegos y tribunales de justicia son el escenario en el que se mueven sacerdotes y puritanos, moralistas y damas de la caridad, en el que siempre estará presente «el viejo vicio italiano: el arte de transformar al denunciante en denunciado, al inocente en culpable, al juez en culpable».