¿Y SI VOLVEMOS A QUEDAR DENTRO DE UN AÑO, EL MISMO DÍA?
¿Y EL AÑO SIGUIENTE? EL MISMO DÍA, A LA MISMA HORA, EN EL MISMO SITIO.»
Ben y Fallon se conocen por casualidad un 9 de noviembre cuando sus vidas están cambiando. Ella está a punto de instalarse en Nueva York para perseguir su sueño de convertirse en actriz de teatro, y Ben quiere ser escritor. Pasan el día juntos, pero la intensidad de lo que comparten los lleva a fijar una cita anual: cada 9 de noviembre, durante los próximos cinco años, se volverán a ver. Una cita para revivirlo todo. Una cita para entenderlo todo. Y desafiar lo imposible...
«—No quiero ser el primero, Fallon. Quiero ser el último.
—Y yo quiero que seas el primero y el último.»
«El mejor Muñoz Molina […]. Un libro magnífico que arrastra al lector a un torbellino de emociones.» Ricardo Baixeras, Abril, El Periódico
«Vuelve el narrador poderoso que echa luz sobre los entresijos morales de nuestra sociedad.» Santos Sanz Villanueva, El Cultural
«Una novela que emocionará a los lectores […]. Contiene algunas de las mejores páginas que haya escrito nunca Antonio Muñoz Molina.» J. M. Pozuelo Yvancos, ABC Cultural
En su juventud, Gabriel Aristu y Adriana Zuber protagonizaron una apasionada historia de amor que parecía destinada a durar para siempre. El futuro, sin embargo, tenía otros planes para ellos. Separados durante cincuenta años por un océano de incomunicación, ella atrapada en la España de la dictadura, él viviendo el éxito profesional en Estados Unidos, vuelven a encontrarse en el ocaso de sus días. Miradas, caricias, deseos acallados y viejos reproches dejarán paso entonces a la constatación de que la nostalgia de aquel primer amor lo es también de la persona que una vez fuimos.
Yannis Ritsos, una de las mejores voces de la lírica europea, creó una serie de monólogos de excepcional sutileza, con los que consigue trasladar a nuestros días el pathos de la tragedia griega. En esta pieza da voz a Perséfone, la diosa de la antigua mitología griega a la que Hades, el dios del inframundo, rapto´ cuando era una doncella inocente. Gracias al poeta conocemos su cautiverio, al que ha aprendido a acostumbrarse, la compasión que le inspira incluso el leal perro al que su amo ha encargado vigilarla, y nos asomamos asi´ a la invisible suerte de muchas cautivas de ayer. Con esta obra proseguimos la publicación de los soliloquios dramáticos del autor en versión de Selma Ancira.
Rodeado de imponentes montañas se encuentra el pequeño pueblo alpino de Fontana Freda, un lugar ideal para empezar de nuevo. A principios de otoño, Fausto decide dejar atrás un matrimonio fallido y la vida asfixiante de Milán para instalarse durante una temporada indefinida en la zona donde pasó los veranos de su infancia. Aquí intentará encontrar una nueva voz a su escritura mientras ejerce de cocinero en el restaurante regentado por Babette y traba amistad con algunos de los escasos lugareños: un guarda forestal retirado al que le interesan poco los asuntos humanos y una joven camarera que se encuentra de paso a la búsqueda de las montañas de cuatro mil metros que conoció en los libros. El otoño cede ante el invierno, y los pastos y los ganaderos dan paso a las nieves y a los primeros esquiadores, pero también al inminente regreso de los lobos, que, junto al viento, recorrerán los profundos valles.
Hace quince años, Mitch McDeere esquivó a la muerte. Y a la mafia. Tras hacerse con diez millones de dólares y desaparecer, vio cómo sus enemigos acababan en la cárcel o en la tumba. Ahora Mitch y su mujer, Abby, viven en Manhattan, donde él se ha abierto camino hasta convertirse en socio del bufete más importante del mundo.
Pero cuando su mentor en Roma le pide un favor que le llevará a Estambul y Trípoli, Mitch se ve inmerso en el centro de un siniestro complot con ramificaciones por todo el planeta y que una vez más pondrá en peligro a sus colegas, amigos y familia.
Cúspide, desde la perspectiva de la plenitud de la edad, de la poesía amorosa nerudiana, estos Cien sonetos de amor sorprenden ante todo por el contraste entre la palpitación de la palabra y la imagen y la deliberada elección de una desnudez que rehúye los prestigios sonoros o constructivos del soneto clásico.
«Con mucha humildad ―escribe Neruda―, hice estos sonetos de madera, les di el sonido de esta opaca y pura substancia», que contrapone a las «rimas que sonaron como platería, cristal o cañonazo» de los poetas que anteriormente abordaron el soneto. Del mismo modo, es evitado el principio del mantenimiento de un patrón métrico y rítmico invariable, y, más aún, la estructura silogística y simétrica en la exposición de lo contenido en cuartetos y tercetos