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HEIKE MONOGATARI

Épica y tragedia se conjugan de manera magistral en la obra seminal de la literatura samurái nipona que sorprenderá por su dramatismo, crudeza, vivacidad y lirismo. El Heike monogatari es un clásico indiscutible de la literatura japonesa. Metáfora universal de la ambición humana, esta obra épica del siglo XIII narra los tumultuosos acontecimientos sucedidos en el siglo anterior, cuando la influencia de la aristocracia declina en favor de la pujante clase militar y dos importantes clanes samuráis, los Genji (Minamoto) y los Heike (Taira), mantienen una encarnizada lucha por el poder. Heroicos samuráis, damas afligidas, cortesanos intrigantes o fieros bonzos guerreros… el Heike monogatari constituye un caleidoscópico repertorio de personajes desgarradoramente humanos que se ha convertido en una fuente inagotable de temas a la literatura japonesa posterior.
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TEATRO MAYOR

Estamos ante un teatro escrito en la década de los cuarenta del pasado siglo, muy superior al escrito en España en esos años, salvo muy escasas excepciones. Un teatro del que, sin saberlo, tomaron el relevo jóvenes como Antonio Buero Vallejo y Alfonso Sastre, que, por supuesto, no lo habrían leído. Pasado el tiempo, queda la literatura. Aquí está, para que se considere su calidad, su interés, su hondura y, tal vez, su posible vida sobre los escenarios. La literatura, esa «historia de los que no salen en los libros de Historia», es a menudo el modo más hondo de mostrar lo que somos, lo que es nuestro mundo. Y los personajes de Max Aub no pueden ser más humanos, buenos, malos, estúpidos, inteligentes, generosos, miserables… personas. Siquiera, por fragmentos, en las escuelas, esta obra debería sonar en los oídos de nuestros jóvenes.
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LOS HERMANOS KARAMAZOV (TD) (ALBA)

Los hijos legítimos de Hedor Pávlovich Karamázov —un «bufón», un «filisteo», un «déspota», solo en última instancia. un padre— se reúnen después de haber sido educados, lejos unos de otros, en distintas partes de Rusia: Dmitri es soldado y —corno su padre— puro «ímpetu», bebedor, derrochador, lujurioso; Iván se ha convertido en un escéptico que duda de la ley, de la conciencia y de la fe (el primer existencialista, según Sartre); Aliosha ha abrazado la religión, todo el inundo lo llama «ángel» y vive en un monasterio. Ineluctablemente, la reunión familiar precipita la disolución y la tragedia. Los hermanos Karamázov (1878-1880), (que ahora presentamos en una nueva traducción de Fernando Otero y Marta Sánchez-Nieves, la primera en español en casi 50 años), fue la última novela de Dostoievski y sin duda una de esas obras decisivas cuya influencia ha perdurado hasta nuestros días. En ella se encuentra —diría un personaje de Kurt Vonnegut— «todo cuanto hay que saber en la vida»; también —añadiríamos— todo cuanto hay que saber del género narrativo. Con un narrador experto en tender lazos al lector y en crear con él una de las redes más fascinantes y comunicativas de la historia de la literatura, lo que Dostoievski construye no es solo una monumental visión del mundo moral humano (incertidumbre, violencia, perdón) sino un arriesgado y espléndido ensayo sobre la forma de reproducirlo.
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