Los diarios de Stefan Zweig comprenden cerca de treinta años de la vida del escritor, y por su espontaneidad son un documento irremplazable, además de un gran contrapunto a su autobiografía El mundo de ayer. Las páginas de este volumen, a menudo dictadas por la urgencia del momento pero tan lúcidas como sus textos más elaborados, nos descubren el día a día del escritor en Viena, París, Zúrich o Berna—donde cultivó la amistad de otros intelectuales, como Émile Verhaeren, Romain Rolland y Rainer Maria Rilke—, o la fascinación que le produjeron dos ciudades americanas como Nueva York y Río de Janeiro. Pero tambien nos revelan el íntimo horror que supuso para Zweig la Gran Guerra y, dos decadas despues, la deriva totalitaria y antisemita del continente y el ascenso del nazismo, que lo empujaron a buscar desesperadamente un refugio lejos del descorazonador hundimiento de Europa. Estos diarios nos brindan una vez más la voz del gran cronista del mundo de ayer, que en muchos momentos parece seguir revelándonos el de hoy y tal vez incluso el del mañana.
Hace seis años, un asesino mató al rey Alethi, y ahora está asesinando a los gobernantes de todo Roshar; entre sus principales objetivos es Dalinar. Kaladin está al mando de los guardaespaldas reales, un puesto controvertido por su baja condición, y debe proteger al rey y a Dalinar, mientras que en secreto domina nuevos poderes extraordinarios vinculados a Syl. Shallan tiene la carga de impedir el regreso de Voidbringers y el fin de la desolada civilización que queda. Los Parshendi están convencidos por su líder a arriesgarlo todo en una apuesta desesperada con las fuerzas sobrenaturales que una vez desaparecieron.
Historia de los Trece agrupa tres novelas cortas: Ferragus, jefe de los Devoradores (1833), La duquesa de Langeais (1833) y La Muchacha de los Ojos de Oro (1834). La trama de la trilogía se basa en una sociedad secreta fundada por trece hombres a los que unen unos intereses comunes, idea que enlaza con la sociedad secreta que fundó el propio Balzac, Cheval Rouge, a la que pertenecieron escritores como Léon Gozlan y Théophile Gautier. Este «demonio de hombre —según Gautier— tenía tal poder de visión que nos describió a cada uno de nosotros, en los más mínimos detalles, la vida espléndida y gloriosa que la asociación le proporcionaría». La sociedad quedó disuelta alrededor de 1840.