¿Alguna vez has contado las calorías que consumes? ¿O las horas de ejercicio que haces cada semana? Si te preocupas por llevar una dieta equilibrada y te esfuerzas por incluir la actividad física en tu día a día, ¿no crees que también deberías poder controlar los tóxicos que te rodean?
Cada día estamos expuestos a decenas de miles de sustancias químicas que entran en nuestro organismo sin que nos demos cuenta. Muchas de ellas son imprescindibles para la vida, pero otras nos la perjudican. Están en el aire, el agua, los alimentos que comemos, los productos que usamos…
Acostumbrados a querer un jabón que cada vez limpie más, una crema que huela mejor o una fruta que nunca se oxide, hemos abierto la puerta de nuestro hogar a miles de tóxicos que ponen en riesgo nuestro bienestar y el del medio ambiente.
Con talento y mirada sensible, Juan Tonelli reúne historias extraordinarias de gente común para retratar y explorar distintos aspectos y tensiones de nuestra vida cotidiana, recorriendo temas como el miedo, las contradicciones, el dolor, los traumas y carencias que nos condicionan, y todo eso que sentimos y no podemos expresar.
La mayoría de estas historias están escritas en primera persona, tal como fueron relatadas por sus protagonistas: seres lastimados, fantasiosos, aterrorizados, a veces delirantes, que nos permiten reflejarnos como en un espejo y mirar eso que nos ocupa tanto espacio pero no nos animamos a enfrentar.
Hay dos verdades irrefutables: la primera es que, cada ser humano tiene una mente que, en algún momento, puede enfermar y la segunda, es que la adversidad es una invitada inevitable en la fiesta de la vida. Amalfi Eguren-Bouchane nos ofrece un mensaje testimonial, educativo y motivacional cargado de fe, valentía y esperanza basado en su propia experiencia con trastorno afectivo bipolar tipo I.
Traté de refugiarme en una habitación de unos siete metros cuadrados, no siempre de la misma ciudad. Desde ella se ven los pájaros y sus nidos, también atardecer, nunca la luna. Este lugar, repartido por el mundo, tiene en común una ventana, un espejo, una planta viva y estos huesos. Diferentes vistas, plantas y espejos, pero siempre el mismo hogar: mi cuerpo.
Esto no tiene que ver tanto con la forma como con el fondo: con un alma cansada de luchar contra varios ejércitos despiadados enquistados dentro de ella. De mí. Contra un mundo obscenamente malvado y tímidamente bondadoso, contra la incapacidad de querer y cuidar; contra el miedo, que es lo que lo rompe todo.
Me hice bolita hasta que pude abrir los ojos.
Me arrastré hasta que fui capaz de caminar.
Levantarme ya era una revolución.
Este libro es casi un milagro.
Cautelosa y conservadora, Molly Driscoll sigue trabajando en el mismo hospital de la costa de Jersey en el que completó su formación como enfermera. Cuando a su ahora ex marido, Jason, se le diagnostica un cáncer, Molly intenta convencerlo de que se someta a una quimioterapia.
A pesar de sus problemas en el pasado, Molly se ofrece para hacer algo igualmente sobrecogedor a cambio de que Jason acepte someterse al tratamiento.
Abandona el trabajo, cambia su Honda Civic por una motocicleta Eiarley Davidson y se convierte en «enfermera itinerante». Sus misiones la llevarán a descubrir las espectaculares tormentas y los bares de moteros de Nueva Inglaterra, la serena belleza y los billares llenos de humo de Carolina del Sur, y el ajetreo febril de un centro de atención en Cayo Hueso. A lo largo del camino, Molly se enfrentará a difíciles pruebas, topará con un posible acosador y conocerá a un compañero muy peculiar. Ralph es, como ella, un enfermero itinerante y un fan de la moto americana por excelencia. Pero, además, asegura ser un ángel.
La autora de Dios vuelve en una Harley nos sorprende con una nueva aventura que dejará huella en el corazón de los lectores.