La Madre Teresa fue una de las mujeres más admiradas del siglo XX, y su recuerdo sigue inspirando labores caritativas por todo el mundo. Ella creía que la más grande necesidad de un ser humano era amar y ser amado. En 1948 fundó los Misioneros de la Caridad para trabajar directamente con los más pobres de Calcuta. A consecuencia del esfuerzo de una mujer adentrándose por los barrios bajos de Entally, los Misioneros de la Caridad crecieron hasta convertirse en una organización que operaba comedores, clínicas, hospicios y albergues en 139 países, sin ningún costo para el gobierno ni para quienes atendía. En 2016 se convirtió en Santa Teresa de Calcuta.
“Mientras gozaba de su compañía, yo era lo mejor que podía ser. Vi la bondad que era capaz de vivir, como si su santidad se me pegara un poco. Hace un cuarto de siglo que se ha ido y aún me siento huérfano”. —Jim Towey
La Madre Teresa fue una de las mujeres más admiradas del siglo XX y su memoria continúa inspirando a muchos alrededor del mundo, pues incluso una santa puede amar los chocolates, hacer bromas o regañar al presidente de los Estados Unidos. Esta fue la mujer a la que Jim Towey conoció a mediados de los noventa — cuando era congre-sista y abogado de alto nivel—, la que iluminó el vacío que había en su vida. Durante más de una década, Towey viajó frecuentemente con ella, gestionó encuentros con políticos y donantes de Estados Unidos, y manejó muchos de sus asuntos legales y personales.
Amar y ser amado es su recuento de esos años, un libro en el que veremos la dimensión más humana de la Madre Teresa, pero sobre todo su extraordinaria devoción a Dios y a sus hijos más pobres.
En 1507, cuando el cartógrafo Martin Waldseemüller publicó un mapa del mundo, denominó América a un nuevo continente, descubierto poco antes, en honor al navegante y explorador Américo Vespucio. El nombre hizo fortuna y años después se extendió al hemisferio norte de aquellas tierras, aunque no correspondía al de su auténtico descubridor y el propio Waldsemüller pensaba que había elegido mal el nombre. Ésta es la historia de esa curiosa denominación, y también la biografía de un maestro de la autopromoción. Nacido en 1454 en la Florencia de los Médicis, para los que trabajó en su juventud, Américo se trasladó a Sevilla en 1491. Fue amigo y rival de Cristóbal Colón, y colaboró en la segunda y tercera expediciones de éste a las Indias, antes de embarcarse él mismo por lo menos en dos ocasiones y de explorar la costa de lo que hoy es Brasil. El hombre que dio su nombre al Nuevo Mundo emerge en estas páginas como un acabado producto de una riquísima época: proxeneta, mago, aventurero, intrigante, hábil navegante (aunque no al principio), autor de deslumbrantes crónicas de viajes, siempre al tanto de los últimos avances científicos y capaz de apropiarse de honores inmerecidos. Fernández-Armesto, valiéndose de una cantidad ingente de fuentes y documentos, ha escrito la primera biografía de Vespucio que consigue distinguir la realidad de la leyenda.