El constitucionalismo rígido ha cambiado profundamente la naturaleza del derecho y de la democracia, al imponer a la política límites y vínculos sustanciales, en garantía de los derechos fundamentales constitucionalmente establecidos.
Actualmente, el edificio de la democracia constitucional, como modelo teórico y como proyecto político, está siendo agredido por la asimetría entre el carácter global de los poderes económicos y financieros y los confines todavía estatales del derecho y de la democracia; por la abdicación de su papel de gobierno por parte de la política, tan impotente y subordinada a los mercados como omnipotente en relación con los sujetos débiles y sus derechos; por el general desarrollo de la ilegalidad o, lo que es peor, por la ausencia de reglas sobre los poderes, tanto públicos como privados.
Por eso, la expansión del constitucionalismo, y la construcción de sus garantías a la altura de los nuevos poderes económicos globales, es la principal tarea de la política y la única alternativa racional a un futuro, no solo de desórdenes, violencias, desigualdades y devastaciones medioambientales, sino de involuciones autoritarias y antidemocráticas.
En el centro de la filosofía del derecho de Robert Alexy se halla la tesis de la doble naturaleza del derecho: su dimensión real y su dimensión ideal. Mientras que la dimensión real se expresa en los elementos de la positividad autoritativa y de la eficacia social, ligados con la decisión y la coerción, la dimensión ideal se define a través de la corrección de contenido y de procedimiento que, esencialmente, incluye la correción moral en forma de justicia. La tesis de la doble naturaleza implica por tanto el no-positivismo jurídico.
Howard Gardner, que ya revolucionó nuestra concepción de la mente con su teoría de
las inteligencias múltiples, nos ofrece ahora una obra trascendental sobre los objetivos
de la educación. En este libro, Gardner reúne los discursos de sus obras anteriores en
una nueva e importante síntesis destinada a padres, educadores e interesados en general.
El texto va más allá de cuestiones locales y explora las cualidades que debe poseer toda
persona formada en cualquier especialidad, así como los modos de transmitir esa
formación a sus alumnos. Gardner argumenta con entusiasmo que toda enseñanza
debería reforzar en los estudiantes la comprensión de la verdad y la falsedad, la belleza
y la fealdad, la bondad y la maldad, tal como las definen sus propias culturas. En
La. educación de la mente y el conocimiento de las disciplinas, Gardner explora la teoría de
la evolución, la música de Mozart y las consecuencias del Holocausto como ejemplos ilustrativos de la naturaleza de la verdad, la belleza y la moralidad. Su objetivo final es una ciudadanía educada que comprenda el mundo físico, el mundo biológico y el mundo social, y que sepa aplicar esta comprensión a su mundo personal, social y cultural. Lejos de la mentalidad basada en los contenidos y la experimentación que se ha apoderado tanto de los ciudadanos como de los legisladores, la educación que propone ayudará a las generaciones más jóvenes a aceptar los desafíos del futuro, conservando al mismo tiempo las metas tradicionales de una educación «humana».