Se diría que la experiencia amorosa es universal, aquella a la que todas las personas prácticamente sin excepción se creen autorizadas a referirse. Amo, luego existo nos acerca en concreto a la forma de vivir el amor de quienes se dedicaron intensamente a intentar comprender qué significa amar y ser amados. ¿Y cómo amaban, por cierto, los grandes pensadores? Los estoicos con paciencia, los vitalistas con entusiasmo, los nihilistas con pesimismo. Para un pensador, el amor es algo tan apasionante o doloroso como para el resto de los mortales. Porque el amor no es un asunto teórico de idéntico rango que los de mayor importancia: es una de las experiencias más intensas y absorbentes que puede tener un ser humano.
Lo que caracteriza a los filósofos seleccionados es precisamente que intentaron arrojar algo de luz sobre una pasión que en algunos momentos les devoró por completo. A la vista del lector estará que obtuvieron resultados desiguales, como también lo estará que todos ellos identificaron la aventura del pensamiento con la de la misma vida.
Hacer listas y tacharlas, ponerse el pijama al llegar a casa, lavar el coche, descorchar una botella de vino y servirse una copa... Se cuentan por cientos los pequeños gestos capaces de sacarnos una sonrisa cada día. Este libro es una celebración y una reivindicación de esos placeres discretos y cotidianos que hacen la vida más llevadera.
La nueva colección Endebate es el hogar de aquellos textos breves que presentan una opinión, defienden una actitud o cuentan una historia, pero son más un aperitivo que un banquete, estimulan la conversación más que saciarla e inician un festín (que no clausuran). Como los mejores bocados, entran por los ojos y dejan un largo poso en el paladar.
Una visita al museo puede resultar abrumadora, extenuante y poco gratificante. Sin embargo, mirar las obras de arte de la mano de un artista se convierte en una experiencia enriquecedora y memorable. Desde la amplitud de su experiencia visual, que abarca la antigua Grecia, el Renacimiento, el arte africano y el asiático, o el modernismo, Lincoln Perry nos acerca a nuevas maneras de ver y de apreciar el arte. A lo largo de quince ensayos, consigue que las obras más diversas nos resulten cercanas y accesibles, y enriquece el relato con historias personales de su formación como pintor y escultor, o de aquellos días en los que todavía se podía pasar la noche en el aparcamiento del Museo del Louvre dentro de una furgoneta destartalada.
A partir de varios ejemplos de arte europeo, el autor le da la vuelta a algunos conceptos establecidos y nos anima a evitar los prejuicios en nuestros gustos artísticos. Aborda también la manera en que leen las obras de arte creadores tan diferentes como Rodin, Picasso, Brueghel, Bernini, Courbet, Rubens, Pollock o Rothko. Y habla sobre la percepción del espectador: cómo influyen en ella la escala y el formato, y cómo se pueden entender esculturas y murales de una forma más personal. La mirada del artista es, en definitiva, un libro esclarecedor y lleno de revelaciones tanto para expertos como para aficionados.
En su conjunto, el pensamiento de Nietzsche tiene una vertebración que es necesario mostrar. Esto es lo que, ante todo, se propone este libro: hacer ver los vínculos que dan consistencia y justifican la capacidad de este pensamiento para iluminar nuestro presente. Nietzsche introduce un nuevo concepto de filosofía como estudio e interpretación de las prácticas culturizadoras características de nuestra tradición europea, de sus creaciones (ciencia, religión, arte, política, derecho, técnica, economía, etc.) y de los juicios de valor que las sustentan. A partir de la idea de que sin una moral el ser humano no habría podido superar el nivel de la animalidad, comprende la verdadera naturaleza de las prescripciones morales como condiciones de existencia y dispositivos para la configuración de un cierto estilo de vida propiamente «europeo». Sin embargo, la decadente evolución de esta forma de ser humano, por un lado, y el «nihilismo» en su contemporánea proyección global, por otro, reclaman nuevos valores con los que inaugurar otra época e impulsar un nuevo giro histórico.
La sociedad global del siglo XXI parece más polarizada que nunca. Para algunos, los humanos estaríamos más cerca que nunca de los dioses gracias a los logros civilizatorios. Para otros, habríamos puesto en peligro la vida del planeta y los derechos fundamentales. Las culturas de la cancelación o despiertismo (wokeness) aumentan las tensiones sociales, voluntaria o involuntariamente. Desde el deporte hasta la política -incluida la guerra-, pasando por el trabajo o la educación, la persona contemporánea busca héroes de distintos bandos cuando no logra alcanzar el éxito en todas las facetas de la vida. La humanidad, como reconocimiento de la vulnerabilidad, como competencia en el arte de la compasión, es cada vez más escasa. Tras un viaje que emprenderán por un universo tecnológico y veloz que parece un campo de minas, los lectores encontrarán el retrato robot de una humanidad futura que se reencuentra con los ángeles de la tierra y de la luz en la senda de un humanismo equilibrado. Para este viaje Fernando Gil Villa construye una universitas navis, una nave compuesta de una infinidad de partes para explorar tanto lo inhumano como los posthumano en un mundo humano fracturado lleno de amenazas. Su nave se enfrenta a aquella otra que pintó El Bosco, la Narrenschiff, llena de necios y locos que a veces con optimismo y otras con pesimismo van dejando una estela de insensateces y exageraciones que amenazan el luminoso humanismo que Gil Villa defiende (R. Bartra).
La era química cuenta la fascinante historia de los científicos que lucharon contra el hambre y las enfermedades, y las consecuencias imprevistas y catastróficas que esta lucha produjo en las sociedades humanas y en nuestra relación con el planeta. Con profundidad y agudeza, Frank A. von Hippel explora la incómoda coexistencia de la humanidad con las plagas, y cómo la existencia de estas y las batallas para exterminarlas han dado forma a nuestro mundo moderno.
Repleta de datos interesantes y relatos increíbles sobre hambrunas, plagas, pestes y pandemias, de historias heroicas y mezquinas, de hazañas científicas y crímenes contra la humanidad, La era química es la historia arrolladora de la comprensión científica de la naturaleza, así como de la fatal arrogancia de la pretensión humana de dominarla.
Jaume Cabré concibe la literatura como una búsqueda. A lo largo de los años, esta búsqueda le ha ido suscitando preguntas, planteando pruebas e incluso tendido una trampa. Desde el conocimiento de quien hace décadas que da respuestas y propone soluciones al proceso creativo, Cabré ha escrito también tres textos testimoniales y teóricos que son un tesoro para cualquier amante de la literatura y del arte. Son textos escritos con complicidad de quien se reconoce, antes que nada, como un lector, un oyente, como un espectador.
Descubre la vida y el pensamiento de un hombre excepcional y una de las personalidades más brillantes del Japón de su tiempo: Jigoro Kano, el fundador del Judo. Nacido en 1860, Kano vivió en una revolucionaria época de cambios que propiciaron la caída del antiguo régimen feudal y el comienzo de la era moderna en Japón. Imbuido por la tradición y la educación samurái, el joven Kano creció inmerso en los nuevos aires de la modernización y recibió influencia de las ideas occidentales. Sin renunciar nunca al camino de la sabiduría tradicional, Kano trabajó durante toda su vida por la igualdad, el libre desarrollo de las personas y el bienestar de la sociedad en un país renovado que deseaba equipararse a Occidente. Su gran obra y legado para futuras generaciones fue la creación del Judo: una disciplina marcial que combina técnicas de lucha, educación física y espíritu de superación personal cuyo objetivo es ser «un camino para la formación y mejoramiento del ser humano». Shu y Jin Taira nos invitan a conocer al maestro de maestros, un hombre de voluntad firme e inteligencia brillante, y a sus discípulos y colaboradores más destacados, cuyo legado conjunto trasciende lo deportivo y promueve una concepción universal e igualitaria del ser humano.
La tragedia es, por tanto, el «vínculo de la división», aquel que, siglos después, nos hace recordar que, seguramente más que el consenso, el conflicto produce la unidad. Tal vez porque en el teatro, y no en la Asamblea, los griegos se redescubrían espectadores, y no ya ciudadanos. Y el secreto de la tragedia consiste en decir que, más allá de su pertenencia cívica a una comunidad política, los espectadores pertenecen irremediablemente a la raza de los mortales.
La desigualdad puede rebatirse porque se origina cuando un determinado agente no otorga la misma importancia a los intereses de diferentes partes a las que está obligado a proporcionar un bien. Puede rebatirse porque conlleva o produce desigualdades objetables en el estatus. Puede rebatirse porque da a los más ricos formas de control inaceptables sobres las vidas de aquellos que tienen menos...