Vivimos un tiempo de aceleración generalizada. Creímos que la paralización global que supuso la pandemia permitiría una pausa, una reflexión y un cambio de ritmo. Pero no fue así. La inercia era demasiado fuerte. Al fin y al cabo, la aceleración es un patrón rítmico que se asentó en Occidente en los inicios de la Modernidad: entonces el discurso religioso asoció la lentitud al pecado capital de la pereza, mientras el discurso económico encumbró la rapidez en la producción y en los intercambios comerciales como símbolo de progreso y eficacia social. Así, la historia de la Modernidad es la historia de una discriminación: al erigir la velocidad como modelo latente pero absoluto de las virtudes sociales, las sociedades modernas inventaron un «vicio», la lentitud, es decir, la supuesta incapacidad de algunos individuos para «seguir el ritmo de los tiempos». A partir de esta idea, este ensayo lleva a cabo un estudio fascinante de la violencia simbólica que el sistema ejerce sobre todos nosotros. Laurent Vidal rastrea así la génesis de los lentos —esos individuos marginados por la maquinaria del progreso—, pero además desvela el modo en que estos han ido apropiándose de distintas estrategias vinculadas a la lentitud para subvertir la apisonadora de la Modernidad, resistiéndose a adecuar su propio ritmo orgánico, emocional e intelectual a las exigencias productivistas del sistema capitalista, yendo en contra del tempo impuesto primero por los relojes y los cronómetros y más tarde por otras tantas herramientas de control social. Así, al inventar nuevos modos de acción basados en las rupturas del ritmo dominante, los lentos nos ofrecen una visión diferente, y cada día más necesaria, de la emancipación. Combinando el rigor erudito de un gran historiador con la sensibilidad de un magnífico escritor, este ensayo abre nuevos horizontes para repensar nuestra relación con la libertad en un mundo donde la existencia ordinaria queda tantas veces asfixiada por el ritmo impuesto por todo tipo de 'gadgets' y 'apps'.
Para las nuevas generaciones, Balmes es casi exclusivamente el nombre de una céntrica calle de Barcelona. Pero quizás porque nadie parece tener pretensiones de declararse ni balmesiano ni antibalmesiano ha llegado el momento de volver a leerlo, de comprender su mundo, de acercar sus ideas. Balmes fue el primer filósofo popular de la España contemporánea. Su palabra era escuchada en la corte, en el Parlamento, en la prensa y en las universidades, y su eco trascendió ampliamente nuestras fronteras. Quiso ser entendido e hizo lo posible para conseguirlo. Aspiró, como Sócrates, a hacer descender la filosofía del cielo a la tierra, pero también se empeñó en conceder dignidad a la vida prefilosófica del sentido común. Por esto mismo fue un precursor de la filosofía del mundo de la vida. 'Los muchos callan y los pocos gritan' recoge una representativa selección del pensamiento balmesiano en la que se nos anima a no limitarnos a tolerar lo tolerable, sino a convivir con el disidente, algo de lo que tanto carecemos hoy en día. «No renunciemos ―nos aconseja― a la búsqueda de la verdad. Si bien todo poder es, de una manera u otra, poco indulgente, su grado de intransigencia es la medida de su debilidad.»
Como una Jane Jacobs moderna, la comisaria de transportes de Nueva York Janette Sadik-Khan transformó las calles de la ciudad para hacer sitio a peatones, ciclistas, autobuses y espacios verdes. Describiendo las batallas que libró para lograr el cambio, en su libro aporta consejos prácticos que otras ciudades pueden seguir para hacer que sus propias calles sean más seguras y dinámicas. Sadik-Khan consiguió lo que parecía imposible y transformó las calles de una de las ciudades más grandes y duras del mundo en espacios dinámicos y seguros para peatones y ciclistas, a través de un planteamiento drástico y eficaz. El simple hecho de pintar una parte de la calle para convertirla en una plaza o un carril bus no solo hizo que la calle fuera más segura, sino que también disminuyó la congestión y aumentó el tráfico peatonal, lo que mejoró los resultados de los negocios. La experiencia confirmó que si se sabe leer la calle, se puede hacer que funcione mejor, sin reconstruirla totalmente, simplemente reasignando el espacio que ya existe. Luchar por la calle demuestra, con imágenes paso a paso, cómo reescribir el «código fuente» subyacente de una calle. Incluye ejemplos de cómo esta nueva forma de interpretar las calles ya se ha abierto camino en todo el mundo, desde parques de bolsillo en Ciudad de México y Los Ángeles hasta calles más respetuosas con los peatones en Auckland y Buenos Aires, pasando por innovadores diseños de carriles bici y plazas en Austin, Indianápolis y San Francisco. Luchar por la calle deconstruye, reensambla y reinventa la calle, invitando a mirarla de formas que nunca habíamos imaginado.
¿Hay un Foucault que no conozcamos todavía, o no lo suficiente? Los cursos en el Collège de France, impartidos entre 1970 y 1984, focalizaron la atención de lectores y especialistas en el último Foucault, preocupado por indagar una ética y una estética de la existencia en el mundo grecorromano. Este libro, y otros cursos y trabajos inéditos que irán apareciendo en esta serie, invitan a girar la mirada hacia el joven Foucault, el que entre 1949 y 1954 se gradúa en Psicología y Psicopatología, asiste al "seminario de los miércoles" de Jacques Lacan y trabaja en el hospital psiquiátrico de Sainte-Anne, al tiempo que se propone interrogar desde este campo sus inquietudes filosóficas.
Un relato fascinante, en ocasiones soslayado,
del libro en manos humanas, de las
sensaciones y los hábitos que genera
en contacto con los lectores.
Los libros son importantes por las palabras que contienen,
pero además de mundos que residen en nuestra mente
son también objetos que nos acompañan. Magia portátil se
adentra en el simbolismo de las obras literarias como artefactos,
es decir, el encanto inherente a su materialidad y
portabilidad.
A partir de los múltiples aspectos que inciden en nuestra
relación con los libros (incluso sin haberlos leído) y reinterpretando
hitos cruciales en la historia de la lectura, Emma
Smith reflexiona sobre la consciencia que hemos adquirido
del universo de ejemplares atesorados, devorados, censurados
y destruidos a lo largo de los siglos, o simplemente hojeados
durante nuestra vida. Asimismo, la autora se detiene
en la combinación de forma y contenido que condiciona no
solo la experiencia lectora, sino el debate social, político y
religioso que desencadenan.