El castillo de Kronborg, que inspiró a Shakespeare una de las obras cumbres de la literatura universal, es el punto de partida del singular viaje que nos invita a emprender este iluminador libro. A lo largo de sus páginas, la singular voz del narrador conducirá al lector por las sendas que unen pasado y presente de una tradición cultural en crisis, desmantelando así los falsos dogmas que la socavan. El resultado es un texto lúcido, heterogéneo e irreverente en el que temas tan dispares como la literatura de viajes, la lucha de clases, los contrastes entre las sociedades del norte y del sur de Europa, la historia del rock, el consumismo y el deterioro de los valores democráticos tienen cabida. Una obra extraordinaria que aúna literatura e historiografía para desentrañar las claves no sólo del pasado y el presente de Europa, sino también de su porvenir.
Existen innumerables obras de viajes por las tierras más exóticas. Pero ninguna donde la travesía se prolongue cuarenta años. Esta gesta, al alcance de muy pocos, ha marcado la existencia de uno de los aventureros más extraordinarios del siglo XX. Y también uno de los más generosos y entregados.
Quien se adentra en las páginas escritas por este pionero de los hielos del Ártico tendrá la extraña sensación de sumergirse en un mundo casi desaparecido. Pero como les sucedió a quienes leyeron estas crónicas en los años cincuenta y sesenta, viajarán con su imaginación por las tierras que se extienden desde las regiones akulurakeñas hasta la desembocadura del Yukón.
La vida se hace aquí literatura y la literatura cobra vida. Los azarosos viajes en trineo se entremezclan con las crónicas de la vida en la tundra implacable. Los retratos de personajes singulares y llenos de humanidad, casi primitiva, se interrumpen con las reivindicaciones políticas en el Congreso de Alaska en favor de unas mejores condiciones de vida. Y todo ello salpicado de interesantes reflexiones sobre los valores y motivaciones que hacen a los hombres hermanos de camino en cualquiera de los puntos cardinales.
Mucho antes de que Londres y Nueva York adquirieran prominencia internacional, se descubrió una ruta comercial entre Hispanoamérica y China que marcó el comienzo de una nueva era, catalizando el intercambio económico y cultural, sentando las bases para la primera moneda global y para el surgimiento de la primera «ciudad mundial». Sin embargo, a pesar de su capital importancia, el circuito de la plata del Pacífico ―más conocido como el Galeón de Manila o la Nao de China― se descuida con demasiada frecuencia en las narrativas convencionales sobre el nacimiento de la globalización.
¿Por qué, poco después de la Revolución Francesa, unos jóvenes pintores deciden usar togas griegas y más tarde se retiran a un monasterio ruinoso? ¿Qué hace que unos artistas prusianos casi adolescentes se dejen crecer el cabello, lleven largas túnicas e intenten vivir como monjes medievales? ¿O que otros jóvenes creadores en Inglaterra funden una llamada "Hermandad Prerrafaelita"? ¿Y que un grupo de amigas se unan como Hermanas en el Arte o "Sisters in Art"? ¿Por qué William Morris quiere convertirse en una suerte de artesano y termina siendo un pionero del socialismo? ¿Cómo se unen en un proyecto artístico colectivo la espiritualidad, la amistad, el género, el deseo sexual y las ideas políticas? ¿De qué modos puede el arte cambiar la vida de los que lo practican, más allá de constituir una ocupación? ¿Es ese el sentido de los colectivos de creadores? "Amigos, disfraces y comunas" quiere responder estas preguntas, mediante el estudio del primer tipo de colectivismo artístico moderno, que sienta las bases para los colectivos artísticos de los siglos XX y XXI: son las llamadas hermandades de artistas, grupos cuya práctica ambiciona unir el proyecto vital y el creativo, ensayando otras formas de entender los afectos y la identidad como algo compartido. Trazando la historia de "Méditateurs", Nazarenos, Prerrafaelitas y miembros del movimiento "Arts and Crafts", este libro estudia las prácticas colectivistas de dichos grupos entendiéndolas como una forma de autoescenificación que da vida a visiones estéticas y sociales. De este modo, contribuye a una genealogía anterior a los siglos XX y XXI de la "performance".
¿Existe alguna relación entre la gestión de una empresa actual y la organización del trabajo en la Alemania nazi? Reinhard Höhn es el arquetipo del tecnócrata al servicio del Tercer Reich. Como jurista, apasionado de la historia militar, se distinguió por sus reflexiones sobre las relaciones entre el Estado y la "comunidad", definida por la raza y su "espacio vital"; y sobre la organización de las instituciones al servicio del Tercer Reich, las nuevas estructuras que había que crear y las reformas que había que acometer. Labor que compartió con otros altos funcionarios del nazismo como Herbert Backe, Oswald Pohl, Hans Kammler, Albert Speer, Wilhelm Stuckart... Höhn llegó a alcanzar el grado de general de las SS. Al terminar la guerra, Reinhard Höhn creó en Bad Harzburg una escuela de negocios en la que con los años se fueron formando las futuras elites de la gestión y dirección de empresas alemanas, las que contribuyeron a hacer el "milagro alemán". Unos 600.000 directivos de las principales corporaciones alemanas, sin contar los 100.000 que tuvieron una formación a distancia o adquirieron las enseñanzas de la escuela a través de sus seminarios o de sus numerosos manuales de éxito. Es decir, un buen número de las elites de la economía y de la patronal alemanas se formó en la dirección de empresas y de los recursos humanos siguiendo el modelo de gestión empresarial que se había dado en el nazismo. Un modelo que se basa en la organización jerárquica del trabajo por definición de objetivos, pero fomentando las iniciativas particulares y creativas, delegando responsabilidades a los trabajadores que pueden elegir libremente los medios para acometerlos. Pero que, lamentablemente en este caso, sirvió para desarrollar la economía de guerra del Tercer Reich y el exterminio de millones de personas.
El herborismo (o fitomedicina) es el estudio de plantas y minerales empleados con fines médicos y se practica desde tiempos muy antiguos en Extremo Oriente, donde continúa gozando de gran popularidad. Esta disciplina llegó a Japón importada desde China en el siglo VIII y, en el siglo XVII, se convirtió en un campo de estudio de pleno derecho. La primera enciclopedia botánica japonesa en color (Honzō zufu) se publicó en 1830 y constaba de 96 volúmenes que detallaban 2 000 plantas y otras tantas ilustraciones. Esta obra supuso un trabajo de más de veinte años y alumbró una obra auténticamente revolucionaria, repleta de análisis e investigaciones, en la que participaron personas de todos los estratos sociales, desde estudiosos en botánica hasta jardineros.