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ESPERADME (OF2)

Unas memorias singularísimas de la familia Mitford, escritas por una de las autoras más conocidas e importantes del siglo xx. Deborah Mitford, o Debo, como siempre la conocieron todos sus amigos, duquesa de Devonshire, fue la más pequeña de las hermanas Mitford, una de las familias más singulares si no de la historia sí de las últimas décadas con absoluta certeza. Este libro, un auténtico monumento familiar a los Mitford, ejerce a modo de crónica auténticamente memorable de una vida vivida al límite. De una infancia singular, cuando menos, pero feliz en la campiña de Oxfordshire, al té en compañía de su hermana Unity y Hitler allá por el año 1937, o su matrimonio con Andrew Cavendish, el segundo hijo del duque de Devonshire. Escritas con la calidez propia de la nostalgia, estas memorias constituyen un retrato único y certero de una época tumultuosa, esplendorosa y de cambio. El vestigio de un mundo largo tiempo olvidado.
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ESQUILO

De las muchas obras teatrales que escribió Esquilo a lo largo del siglo v a. C., tan solo siete se han conservado completas. A pesar de ello, son suficientes para considerarlo no solo uno de los autores más grandes de la Antigüedad, sino también el escritor que moldeó la tragedia como género literario. Fue él quien adaptó una serie de mitos y los dotó de un estilo dramático que nunca había existido. Conocer a Esquilo es sumergirse en los orígenes de la tragedia, y quizá el mejor libro para entender la magnitud de sus logros es el lúcido ensayo clásico que Gilbert Murray le dedicó. Aquí están todas y cada una de las claves que hicieron de Esquilo un gigante que alumbró todo el género teatral posterior.
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ESTAR AQUI ES ESPLENDIDO. VIDA DE PAULA

«Ya no soy Modersohn y tampoco soy ya Paula Becker. Soy Yo, y espero ser cada vez más Yo», escribió la pintora Paula Modersohn-Becker al poeta Rainer Maria Rilke en una carta en febrero de 1906. En el umbral del siglo XX, la artista lo apostó todo para ser «alguien». Y se convirtió en la más audaz innovadora, desafiando siglos de representación del cuerpo femenino y de la vida doméstica en el arte. Antes de ella, ninguna pintora se había retratado desnuda, ni embarazada, ni había representado a madres desnudas con sus bebés, dando el pecho. A medida que su arte evoluciona, Paula se debate entre París y su hogar en la colonia de artistas de Worpswede, en el norte de Alemania. En París puede concentrarse en su trabajo, ir a exposiciones y conocer a artistas como Rodin y Monet. Pero Alemania es su hogar, donde vive su marido, el pintor Otto Modersohn. Exigente, obstinada y certera en lo que respecta a su arte, también era alegre, divertida y sensual; estaba llena de vida y, por tanto, igualmente de dudas e incoherencias, de intrépidos saltos hacia adelante o de inesperados pasos atrás. Le encantaban el arroz con leche, la compota de manzana, pasear por la landa, Cézanne, bañarse en el mar, estar desnuda al sol, prefería leer a ganarse la vida y adoraba París. No acababa de gustarle estar casada. Tal vez quería ser madre; sobre este punto, sus diarios y cartas son ambiguos. A pesar de que murió a los treinta y un años, unos días después de dar a luz, su vida fue una celebración, una breve e intensa celebración. «Estar aquí es espléndido» es un hermoso y conmovedor relato de la vida de esta gran pintora. Marie Darrieussecq muestra, con vivacidad y empatía, la lucha de Paula M. Becker entre los hombres y artistas de su tiempo, sus amistades, su intenso deseo de expresión e independencia. Y arroja luz sobre la extrema dificultad a la que se han enfrentado las mujeres para proseguir carreras artísticas y alcanzar el reconocimiento.
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FIGURAS MISTICAS FEMENINAS

Contrariamente a la idea de que la «inferioridad» de la mujer fue instaurada por el judaísmo y el cristianismo, algunas mujeres han desempeñado un papel fundamental desde los tiempos de la Iglesia primitiva. De hecho, si la Iglesia ha sido capaz de sobrevivir a la decadencia escolástica de la Edad Media y a los errores tanto del Renacimiento como de la Reforma ha sido principalmente por mérito de dichas mujeres. Se puede observar entre ellas un vínculo de continuidad siempre creciente y que atraviesa diferentes épocas: desde Hadewijch de Amberes hasta Edith Stein, pasando por Teresa de Ávila, Teresa del Niño Jesús e Isabel de la Trinidad. Cinco místicas, cinco personalidades excepcionales, que impulsan un renacimiento interior necesario para la Iglesia tanto en el pasado como hoy. La obra, publicada originalmente en francés en 1989, puede ser considerada como el último volumen de una trilogía sobre la femineidad escrita por Bouyer, con un primer volumen de carácter teológico y antropológico, Le Trône de la Sagesse. Essai sur la signification du culte marial (1957), y un segundo de perspectiva eclesiológica, Mystère e ministère de la femme (1976). A través de su carácter testimonial, este libro muestra cómo lo ya anteriormente expuesto en ellos acerca de la vocación de la mujer y su misión en el mundo se ha cumplido y realizado, por la acción del Espíritu, en algunas mujeres que se han convertido en icono y modelo de vida cristiana.
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FILIPO DE MACEDONIA

Filipo de Macedonia, conquistador de Grecia, forjador de la falange, estadista genial, y, sin embargo, eclipsado por dos colosos contemporáneos: Demóstenes, su gran antagonista, y su propio hijo, Alejandro Magno, acaso la figura más célebre de la Antigüedad. Si el orador dibujó en sus ácidas Filípicas el retrato de un tirano que acabó con la democracia ateniense, el vástago de Filipo empequeñeció los logros de su progenitor, llevando su planeada invasión del Imperio persa hasta donde ningún griego hubiera siquiera soñado. Pero doblegar a los aqueménidas, quemar Persépolis y alcanzar las orillas del Indo jamás hubiera sido posible sin los sólidos cimientos plantados por su padre. La irrupción de Macedonia en el siglo IV a.C. coincidió con el declive de las hasta entonces potencias hegemónicas en la Hélade, Esparta, Tebas y, sobre todo, Atenas, desplazadas en apenas unos años por ese reino periférico. Filipo de Macedonia fue el gran artífice de esta transformación, por lo que la propaganda política de sus rivales le presentó como un hombre despiadado y sanguinario, oportunista y calculador, embaucador, borracho y mujeriego, un tirano dispuesto a todo por reducir a los griegos a la esclavitud. Una imagen afianzada en el imaginario colectivo, donde la figura de Alejandro Magno se dibuja a partir del turbulento triángulo afectivo que formaba con sus progenitores, Filipo, un padre beodo y maltratador, y Olimpíade, una madre mística, posesiva y conspiradora. Sin embargo, el análisis de las fuentes literarias y arqueológicas que nos brinda Mario Agudo Villanueva en su libro Filipo de Macedonia permite liberarnos de esa imagen para descubrir a un gobernante capaz de rescatar del abismo a un reino desahuciado, de reformar el ejército hasta convertirlo en una máquina invicta, de manejar los hilos de la diplomacia griega con una astucia formidable y de explotar los recursos naturales de su territorio para convertir a Macedonia en la mayor potencia económica, política y militar del momento. Si no podemos entender el mundo antiguo sin Alejandro, no podemos entender Alejandro sin Filipo.
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FILIPO Y ALEJANDRO

Al final de sus días, Alejandro Magno había redibujado el mapa del mundo antiguo creando un imperio que se extendía desde el mar Adriático hasta el subcontinente indio. Sin embargo, su éxito no fue solo fruto de su propio genio y de su gran ímpetu, sino que se cimentó en décadas de esfuerzo y guerras llevadas a cabo por su padre, Filipo II de Macedonia. La historia ha retratado al progenitor de Alejandro como un anciano de un solo ojo cuyo asesinato permitió a su hijo acceder al poder, pero él representaba algo mucho más importante. A través de décadas de luchas y una inteligente y sutil diplomacia, Filipo logró unificar su país y conquistar Grecia. A su muerte, Alejandro heredó todo en el momento perfecto para lograr una gloria aún mayor, y así convertirse en uno de los grandes personajes de todos los tiempos. Adrian Goldsworthy, uno de los más reconocidos historiadores del periodo, describe con su habitual maestría cómo Filipo y Alejando transformaron un reino débil del norte de Grecia en un imperio global para así, cambiar el curso de la historia para siempre.
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