Tres niñas de nueve años. Tres niñas inseparables. Amigas de por vida, o al menos eso era lo que creían.
Sydney, Rain y Brianna solían ser las mejores amigas durante su infancia en el sofocante desierto de California; deseaban encontrar una manera de huir de ahí. Años después, cada una cumplirá su deseo, pero no de la manera que imaginaban.
Después de un incendio mortal que ocurre en el último año de instituto, nada volverá a ser igual. El drama escolar que envuelve a estas tres amigas se convertirá en un misterio mucho más grande que una simple enemistad.
Sheila Hernández nos regala un relato honesto que refleja los problemas de una generación, en el que el bullying, la depresión, el miedo, el amor, las despedidas y las relaciones familiares están presentes. Nos muestra cómo ella y sus circunstancias le han ayudado a alcanzar su sueño de ser periodista, y a seguir luchando cada día. Nada ni nadie la hizo más fuerte.
Soy joven, no gilipollas es un ejemplo de cómo la resiliencia ante las adversidades nos hace a todos capaces de conseguir nuestras metas.
Pip está acostumbrada a recibir amenazas. Tiene un podcast de true crime que se ha vuelto viral y, además, su trabajo como investigadora le ha supuesto crearse algún que otro enemigo de más. Pero de entre todos esos mensajes que le llegan, hay unos que le preocupan. Se repiten constantemente. Tan solo le hacen una pregunta, siempre la misma: «¿Quién te buscará cuando seas tú la que desaparezca?»
Sus sospechas se confirman cuando se da cuenta de que, quien le envía esos anónimos, ha pasado de amenazarla a perseguirla. Y todo irá a peor cuando encuentre similitudes entre la forma de actuar de su acosador y un asesino que, en teoría, está en la cárcel desde hace años? O ¿puede ser que un inocente esté entre rejas y el asesino ande suelto? Sea como sea, Pip debe encontrar las respuestas necesarias o, esta vez sí, será ella la que desaparecerá?