Dulce, amargo o con un toque de canela, el amor tiene muchos sabores. «La historia de este desastre es me dijiste que no tenías corazón, y yo te ofrecí el mío». El amor puede ser muy dulce o tristemente amargo, lo que es innegable es que siempre volveremos a probarlo. Una tacita de ti te recordará esos amores que te cambiaron, aquellos que te rompieron el corazón, pero, sobre todo, te hará sumergirte en aquellos que te dejaron un sabor de boca inolvidable. Esta nueva edición es ilustrada e incluye un prólogo escrito por la autora especialmente para ti. Además, encontrarás más de cuarenta poemas inéditos, perfectos para dedicarlos a esa persona especial o a alguien que quieras olvidar.
Me veo bonita porque me he perdonado.
He dejado de culpabilizarme por haber tratado mal a mi cuerpo, por haberme dedicado palabras de reproche.
Me he prometido quererme y cuidarme como a la persona más importante de mi vida.
Cuando vivimos un hecho traumático, no podemos imaginar cómo van a responder nuestro cuerpo y nuestro cerebro. Berta Caparrós poco a poco descubrió que para sanar tenía que aprender a quererse.
Una historia transformadora sobre el poder de la autoestima.
Eran perfectos el uno para el otro hasta que se conocieron.
MISHA
Mi profesora creyó que Ryen era un chico; la suya que yo, Misha, era una chica y las dos, completamente equivocadas, nos juntaron para ser amigos por correspondencia. No nos costó mucho darnos cuenta del error, pero ya habíamos hablado de todo: ¿la mejor pizza de la ciudad? ¿iPhone o Android? ¿Es Eminem el mejor rapero de todos los tiempos? Y ese fue nuestro principio.
No me escribía con regularidad: a veces me llegaba una carta a la semana. Otras, tres en un día. Daba igual. Las necesitaba. Solo teníamos tres reglas. Sin redes sociales, sin teléfono, sin fotos. Teníamos algo bueno. ¿Por qué arruinarlo?
Hasta que un día, encuentro la foto de una chica llamada Ryen, que ama la pizza de Gallo’s y adora su iPhone. ¿Demasiada casualidad? Joder. Necesito conocerla. Solo espero no odiarla.
RYEN
Misha no me ha escrito en tres meses. Algo pasa. ¿Habrá muerto? ¿Estará en la cárcel? Conociéndolo, cualquier cosa es posible. Sin él, me estoy volviendo loca. Y es mi culpa, debí pedirle su número de teléfono, o una foto. Algo. Puede que se haya ido para siempre. O puede que esté delante de mis narices y yo ni siquiera lo sepa.