Casi ningún padre o madre se siente bien después de gritar o de perder el control delante de sus hijos, aunque muchas veces nuestros pequeños nos sacan de quicio. Pero ¿sabías que el origen biológico y psicológico de nuestras malas reacciones con los niños se sitúa más en nuestro agobiante estilo de vida que en su comportamiento? Además, la ciencia ha demostrado que las regañinas y castigos no solo son completamente ineficaces para educar a nuestros hijos, sino que les generan un estrés que les perjudica en su crecimiento y puede desembocar en ataques de ira, llantos y hasta depresión. Pero resolver los conflictos desde un enfoque distinto es posible.
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