La negra pujaba sin hacer mucho ruido, el miedo los enmudeció. Era
tanto el miedo que se nacía con miedo. El muchacho al salir no lloró.
Parecía un pedazo de sombra en los brazos de la vieja. Lo levantó
para verlo, lo revisó, "era un macho fuerte". Entonces escucharon el
ruido de un carro que se acercaba por el camino real.
"Apaga la luz*, dijo, y un hombre salió de las sombras y sopló la
llama quedando todo en tinieblas.
Los perros aullaron con más fuerza, era tenebroso el sonido. El carro
sin luz, los perros, el silencio palpable y la oscuridad, aterrorizaban.
Se detuvo, y un nuevo ruido llenó el silencio, este ruido era especial,
como si un depredador olfateara la sangre de su presa.
La comadrona conocía ese ruido, lo había sentido y oído otras veces.
Sus dientes chocaban unos con otros, tomó al niño en un brazo, se
sentó en la esquina de la casa detrás de la tinaja y se agarró la boca
para que no escucharan el chocar de sus dientes. Esperó, el ruido
sutil se oía más cerca, se recostaron de la pared se sentía que se acercaban a la puerta.
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