Siempre quise escribir un libro. Desde muy pequeño he sentido una fascinación por los libros, me he sumergido en ellos y, desde mis primeros descubrimientos de Salgari, Edmundo de Amicis, Agatha Christie o Hemingway, la idea de sentarme a escribir ha sido una constante.
Elegí vivir con pasión, intensidad, prisa, rodeado de gente y la elección me ha impedido la necesaria soledad del verdadero escritor. Mi versión del silencio muchas veces está plagada de ruidos. Me comprometo con casi todas las causas y tengo muy poco sentido del tiempo, cosa que complica la tarea de autor.
Un día descubrí que, aunque reconocía que no tenía la disciplina ni el tiempo para sentarme a escribir, podía hacerlo por capítulos, escribiendo artículos cortos y luego agrupándolos en el libro deseado. Hice el intento, busqué mi fórmula, escribiría como hablo, hablaría de cosas pequeñas, universales, cotidianas, simples y lo diría como si se lo contara a un amigo.
El resultado lo tienes en tus manos.
Agotado