A cinco mil kilómetros de su hogar, sola, en una oscura carretera de los Países Bajos, una mujer se asoma a una ventana iluminada. Dentro, dos niños juegan y ríen: son sus nietas, pero Yeona nunca las ha conocido. Hace años, su hija Lea abandonó Jerusalén para construirse una vida en otro lugar, sin decir una palabra, sin dar más noticias. Sin embargo, hubo un tiempo en que madre e hija eran inseparables, en que lo eran todo la una para la otra.
Con una exquisita precisión psicológica, Blum rastrea los pasos en falso insignificantes en apariencia y los engaños de la vida familiar, en la que es posible cruzar la línea entre la protección y la posesión sin que nos demos cuenta, y sin saber si podremos encontrar el camino de regreso.