4 de julio de 1099. Mientras Jerusalén se prepara para la invasión de los cruzados, un griego conocido como el Copta convoca a una reunión con los jóvenes y los viejos, los hombres y las mujeres de la ciudad. El Copta no buscaba unirse a ninguna religión en particular, pero había guardado en su memoria todo lo que había escuchado para poder transmitirlo a las generaciones futuras. "En cuanto a mañana, la armonía se volverá discordia. La alegría será remplazada por el dolor", dijo el Copta. "Ninguno de nosotros puede saber lo que nos reserva el futuro, porque cada día tiene sus buenos y sus malos momentos. Así que olvídense del ejército que espera afuera, y el miedo que acecha dentro. "Hablaremos, por lo tanto, de nuestras vidas diarias, de las dificultades que debemos enfrentar." Y le hicieron preguntas acerca de los verdaderos enemigos, la derrota, la soledad. Le hicieron preguntas con respecto a la lucha, el cambio, la belleza, el camino a seguir.