LAS TUMBAS DE LOS TRUJILLO

Cuando la familia Trujillo Molina abandonó la República Dominicana, en noviembre de 1961, un buen porcentaje de dominicanos apostó a que ésta jamás regresaría al país. Suponían los sustentantes de tal creencia que los Trujillo se esfumarían definitivamente de la geografía dominicana y no pisarían nuevamente la isla que con sus acciones onerosas e inhumanas humillaron durante tres décadas. Sin embargo, muchos de ellos han retornado definitivamente a suelo quisqueyano y varios de los que no lo han hecho todavía lo visitan con una frecuencia superior a la imaginada por grandes sectores de la población nacional que los adversan. Otros han vuelto convertidos en cadáveres, sin que el pueblo se haya enterado, y moran entre nosotros con solemne tranquilidad. Pocos dominicanos saben que los cementerios Santo Domingo, particularmente el Nacional de la avenida Máximo Gómez, donde la familia Trujillo construyó panteones lujosos entre 1940y 1960, albergan los restos de varios de ellos fallecidos en el transcurso de la dictadura, así como de otros tantos fenecidos en el transcurso de la dictadura, así como de otros tantos fenecidos en el extranjero y traídos secretamente al país con el consentimiento de autoridades gubernamentales. Ese mismo razonamiento ha alimentado en la población dominicana la idea de que los Trujillos fallecidos y sepultados fueran de la República Dominicana habitan panteones extravagantes, palacios funerarios ostentosos y bien cuidados. Esta obra muestra, primero: que la opulencia y el derroche exhibidos por el dictador Trujillo, por su familia y por sus allegados durante tres décadas contrastan con el estado misérrino de la mayoría de los lugares donde hoy habitan sus restos y, segundo: que los Trujillo Molina y sus sobrevivientes, donde quiera que se encuentren, están cumpliendo una doble sentencia: la de la justicia social y la del olvido.
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Agotado

Cuando la familia Trujillo Molina abandonó la República Dominicana, en noviembre de 1961, un buen porcentaje de dominicanos apostó a que ésta jamás regresaría al país. Suponían los sustentantes de tal creencia que los Trujillo se esfumarían definitivamente de la geografía dominicana y no pisarían nuevamente la isla que con sus acciones onerosas e inhumanas humillaron durante tres décadas. Sin embargo, muchos de ellos han retornado definitivamente a suelo quisqueyano y varios de los que no lo han hecho todavía lo visitan con una frecuencia superior a la imaginada por grandes sectores de la población nacional que los adversan. Otros han vuelto convertidos en cadáveres, sin que el pueblo se haya enterado, y moran entre nosotros con solemne tranquilidad. Pocos dominicanos saben que los cementerios Santo Domingo, particularmente el Nacional de la avenida Máximo Gómez, donde la familia Trujillo construyó panteones lujosos entre 1940y 1960, albergan los restos de varios de ellos fallecidos en el transcurso de la dictadura, así como de otros tantos fenecidos en el transcurso de la dictadura, así como de otros tantos fenecidos en el extranjero y traídos secretamente al país con el consentimiento de autoridades gubernamentales. Ese mismo razonamiento ha alimentado en la población dominicana la idea de que los Trujillos fallecidos y sepultados fueran de la República Dominicana habitan panteones extravagantes, palacios funerarios ostentosos y bien cuidados. Esta obra muestra, primero: que la opulencia y el derroche exhibidos por el dictador Trujillo, por su familia y por sus allegados durante tres décadas contrastan con el estado misérrino de la mayoría de los lugares donde hoy habitan sus restos y, segundo: que los Trujillo Molina y sus sobrevivientes, donde quiera que se encuentren, están cumpliendo una doble sentencia: la de la justicia social y la del olvido.
Especificaciones de productos
Autor GUTIERREZ, F.
Editora LIBRO DOMINICANO
Encuadernado PASTA SUAVE
Páginas 147